Queridos seguidores de mi blog:
Lo que podéis leer en esta ocasión no es un relato, sino el inicio de mi primera novela que ya está publicada en Amazon. Espero que os guste. Os paso el enlace por si os apetece seguir leyéndola ;-)
Quería también agradecer vuestro apoyo y fidelidad en mi blog. Al fin y al cabo, un escritor lo es porque tiene quién lo lea. Y el éxito que tenga esta novela, sea mucho o poco, se debe siempre en gran parte a los lectores.
¡¡¡Muchas gracias y un abrazo a todos!!!
CAPITULO 1
Martes. 28 de mayo de 2019.
Una palabra se dibuja en mi mente. CANSADA. Suspiro. Tengo 45 años y estoy cansada. Cansada de ser siempre la última, cansada de ser yo "la que tire del carro", cansada de tener que ser fuerte, cansada de que nadie me pregunte a mí cómo estoy y de preguntarlo yo siempre... ¿Cuándo se decidió que ése iba a ser mi rol en esta familia? ¿Y quién lo decidió? ¿Fui yo? ¿Por qué no puedo cambiarlo ni siquiera por un momento? ¿No tengo derecho? Siento que si lo hiciera el mundo se caería; mi pequeña familia se desmoronaría. Pero lo cierto es que estoy muy cansada. No tengo ilusiones. Últimamente ya nunca sonrío y siempre estoy de mal humor. Yo siempre había sido una tía divertida; no me reconozco… Estoy cansada de verme enfadada, de estar triste,... Simplemente estoy cansada.
Una lágrima recorre mi mejilla y no me molesto en apartarla. Cae por mi mentón y aterriza en la blusa que descansa en mi maleta. Mi blusa preferida. La miro. No me importa. Continúo poniendo en la maleta la ropa que unas horas antes había dejado preparada sobre la cama. Me vendrá bien estar lejos de todo. Lo necesito. Necesito un tiempo para mí.
- ¡¡Mamaaaa!! ¡¡Mamaaaa!! ¿Dónde estás?
Contengo la respiración, aprieto los labios y cierro los ojos. No quiero contestar. Me quedo quieta sin hacer ruido. Es posible que si no me ve le pida lo que necesita a su padre. ¿Por qué, si está en la cocina con Carlos, tiene que venir a pedirme a mí lo que quiere?
Sara entra en mi habitación. Es mi hija de ocho años. Le sonrío.
- ¿Qué quieres, cariño?
- Es que no entiendo el problema…
- ¿Qué es lo que no entiendes?
- Es que no entiendo la palabra turismo… ¿Qué significa?
- ¿Pero no estabas haciendo los deberes con papá? ¿Por qué no le preguntas a él?
- Es que…. Yo quiero que me lo expliques tú….
- De acuerdo…Vamos…- dejo la maleta a mitad de hacer por tercera o cuarta vez ya esta tarde y cojo de la mano a Sara para conducirla a la cocina.
- Mamá… ¿te has enfadado conmigo?
- No, cariño.
- Entonces, ¿por qué no sonríes?
- Sí que sonrío, cariño. ¿Ves? – y muestro una sonrisa forzada de oreja a oreja. Sara también sonríe, una sonrisa sincera y tierna, y me abraza. Y así abrazadas llegamos a la cocina.
- ¿No le estabas ayudando tú a hacer los deberes? - reprocho a Carlos nada más entrar por la puerta.
Últimamente lo único que sale de mi boca cuando me dirijo a él son reproches. No puedo evitarlo. Sé que no está bien, que no nos ayuda, pero no lo puedo evitar. Voy para allí con la intención de no hacerlo, intentando respirar y decir las cosas de forma positiva, pero noto como es algo superior a mí. Cuando llego, toda mi fuerza de voluntad para evitarlo se desvanece, y sólo queda el rencor y el hastío. Estamos en un punto en el que ya no me importa. Dejo que me supere de manera que lo que él se encuentra son solo las malas palabras y las malas formas; una parte de mí que no me gusta, pero que es la única manera que encuentro para sobrellevarlo.
- ¿Y qué quieres que yo le haga si prefiere que se lo expliques tú? - contesta él malhumorado.
- Nada. No quiero que hagas nada. - replico irónicamente sin ni siquiera molestarme ya en alzar la voz.
Me dirijo con Sara a su cuarto para hacer los deberes. Cuando nos sentamos al escritorio, mi hija pequeña me pregunta:
- ¿Te vas a divorciar del papá?
No es la primera vez que me lo pregunta. Antes procurábamos no discutir delante de las niñas, pero ahora las desavenencias son tan frecuentes que ya no reparamos en ese hecho.
- No Sara; no te preocupes. A ver, ¿qué querías que te explicara?
Intento centrarme en lo que me dice mi hija, pero noto como la rabia crece dentro de mí. ¡¡¡Joder, no es tan difícil!!! ¿No puede explicarle él los deberes? ¿Es que todo tengo que hacerlo yo? A lo mejor, si no les riñera siempre a gritos, ellas le preguntarían las cosas a él en vez de ir siempre en mi busca…
-¡¡Mamaaaa!! No me estás haciendo caso….
- Perdona cariño. ¿Qué pasa?
- Te he preguntado qué significa turista. ¿Es que no me has oído?
- Sí, cariño.
Suspiro para intentar calmarme y ayudo a Sara a hacer los deberes. Después cenamos todos a la mesa de la cocina. Cenamos prácticamente en silencio, solo roto por algunas preguntas o comentarios de las niñas hacia mí que yo respondo sonriendo. A Carlos no le dicen nada; continúa enfadado. Cuando él está así las niñas lo notan enseguida y procuran no decirle nada.
Terminada la cena cada uno recoge su plato, vaso y cubiertos. Carlos se dirige al comedor con el móvil en la mano y yo les indico a las niñas que han de lavarse los dientes.
Después de una hora de ir detrás de ellas para que se pongan el pijama, hagan un pipí, preparen sus mochilas y la ropa para el día siguiente, leer a Sara un cuento, decir a Abril que deje el móvil y se acueste, contestar todas sus preguntas y dar un beso de buenas noches a cada una de ellas, vuelvo al salón donde continúa Carlos con el móvil en la mano. ¿Desde cuándo soy siempre yo la que acuesta a las niñas? Recuerdo que antes lo hacíamos por turnos. ¿Por qué ya no lo hacemos así? Otro suspiro. No digo nada. No tengo fuerzas ni ganas para discutir.
Voy hacia el dormitorio y al llegar veo la maleta abierta encima de la cama y la ropa doblada fuera de ella. Dirijo la mirada al despertador que está sobre mi mesita. Las 22:33. Me invade la sensación de que ya no puedo más. Siento un hormigueo en la nariz y noto cómo se agolpan las lágrimas en mis ojos. Me dejo caer encima de la cama y me pongo a llorar en silencio. Estoy agotada y todavía tengo que llamar a mi madre, terminar la maleta y ducharme… y mañana he de levantarme a las 6:30 para coger el tren a Valencia. Dios, no puedo más... Estoy tan cansada….
Cuando por fin he acabado y estoy lista para irme a dormir ya es pasada la media noche. Carlos continúa en el comedor. Le digo que me voy a dormir y bajo las escaleras hacia el piso de abajo.
Hace un tiempo que dormimos en habitaciones separadas. Empecé a bajarme al piso de abajo a dormir porque él me despertaba cuando sonaba su despertador a las cinco de la mañana y luego ya no podía dormirme. Ahora siempre duermo abajo, tenga él que trabajar o no. Prefiero dormir sola.
Me meto en la cama y los pensamientos se agolpan en mi cabeza.
Últimamente, Carlos y yo no paramos de discutir. De hecho, yo diría que sólo nos dirigimos la palabra cuando discutimos... Me noto siempre enfadada con él. Cualquier cosa que dice o hace me irrita y hasta siento que me molesta su presencia.
Creo que el traslado a la casa ha hecho mina en nuestra relación. ¿Quién me iba a decir a mí que cumplir mi sueño de salir de Barcelona para trasladarme a las afueras me iba a traer tantos quebraderos de cabeza? Habíamos pasado de un cubículo de 55m2 a una tranquila casa de dos plantas con terreno y piscina en una urbanización cerca de Granollers y eso no me había hecho más feliz. Preocupada porque Abril tuvo problemas al principio para adaptarse al nuevo Instituto y venía llorando muchos días porque pasaba los recreos sola sin hablar con nadie. Ayudando a Sara con sus deberes y hablando con los profesores y psicólogos para que fuera a clases de refuerzo y Carlos… bueno … intentando animarle y hablando con él para que se adaptara al cambio de la casa y haciéndole entender que los ruidos que le molestaban de los perros y los vecinos eran fruto de sus altas e irreales expectativas de silencio y tranquilidad al venir a vivir a esta casa…. Cuando ya todos estaban más o menos adaptados a nuestra nueva vida, solo entonces pude mirar hacia mí y preguntarme si se habían cumplido mis expectativas o si yo esperaba algo más del cambio o, simplemente, ver cómo me sentía yo.
¿Es posible que sea yo? ¿Que el problema sea yo, que no sé lo que me pasa? Siempre he sido consciente de los defectos de Carlos, entonces, ¿por qué ahora me molestan tanto?¿por qué para mí él ya no es suficiente? ¿o será la crisis de los cuarenta?
Creo que nunca he estado enamorada; ni siquiera de Carlos, y eso hace que me plantee cosas, que me surjan dudas, no sé…
No paro de dar vueltas en la cama. No puedo dormir. Miro el despertador. Son las 03:20. Mañana me espera un día duro y voy a estar hecha polvo, pero estoy demasiado cansada para dormirme y mi mente tampoco me da un respiro.
¿Qué pasaría si nos separáramos? ¿Cómo lo llevarían Abril y Sara? Quizá llevamos demasiado tiempo juntos y estamos cansados el uno del otro y éste sólo es otro bache que vamos a superar. ¡¡¡Por el amor de Dios!!! Si llevo con él desde los 18 años, cómo no vamos a estar cansados….
Por fin, no sé a qué hora , me quedo dormida.
Gracias a ti, Carmen. Estoy contenta de contar con una nueva suscriptora. ;-)
Aunque las oportunidades más importantes son las que nos damos a nosotros mismos quiero agradecerte que me des la oportunidad de leerte, gracias Silvia.
Muchas gracias por tu comentario, Rosa. Me ha hecho mucha ilusión leerlo. Seguiré escribiendo, claro que sí. ;-) Un abrazo.
Silvia..... Enhorabuena de todo corazón.... Me ha encantado.... No podía dejar de leer.... Engancha totalmente..... Simplemente diría que es una novela "bonita de leer" Me has hecho reir, me has hecho llorar, me has hecho estar intrigadísima continuamente en lo que iba a pasar y me has hecho añorar profundamente una época que ya casi no recuerdo, por desgracia..... No puedo más que darte mi más sincera felicitación por tu talento como escritora. No dejes de escribir
La verdad es que te quedas con las ganas de seguir la novela.
Buen trabajo