Cuando era niña tenía un sueño.
Sin embargo, conforme fui haciéndome mayor lo guardé en un cajón y le fui colocando ropa encima. Cada vez más ropa; prendas que yo consideraba más importantes. Hasta que mi sueño quedó sepultado en el fondo de ese cajón.
Pasaron muchos años y un día empecé a replantearme qué prendas debía mantener y cuáles no. Comencé a desechar ropa que ya no me parecía tan importante y de allí, del fondo del cajón, resurgió mi sueño. El sueño que yo tenía de niña y que dejé allí olvidado. Sin embargo, pude comprobar que mi sueño seguía intacto, y pensé que tal vez pudiera cumplirse; que, tal vez, yo podría hacer algo para que se cumpliera. ¿Por qué no? Solo tenía que probar; intentarlo con fuerza.
Y mi sueño se hizo grande y hoy ocupa todo el cajón. Pero yo me siento feliz, porque me he dado cuenta de que existen más cajones dónde guardar la ropa. Por lo que ahora reservo el primer cajón para mi sueño; para recordarme a mí misma que todavía sigue ahí y que estoy intentando cumplirlo.
Gracias, Bea. Te envío un abrazo soñado que espero darte pronto. ;-)
Metáfora muy expresiva y acertada...inspirador😍😍😍me ha encantado
Que bien Montse! Que vivan esos cajones que son los que nos hacen felices!!!
Yo también tengo un cajón reservado para mis sueños😜😘