Se reclinó en el respaldo de su silla para admirar la última palabra escrita en el ordenador con el cursor parpadeando aún a su derecha. “FIN”.
Cerró los ojos y suspiró largamente. Después cogió una taza de café y se la llevó a los labios. Vacía. Fijó la vista en el resto de vasos que se encontraban desperdigados por su mesa de trabajo. ¿Cuánto tiempo llevaba allí sentado? Observó con detenimiento la estancia como si la viera por primera vez. Vislumbró los platos sucios en el fregadero, los restos de comida por doquier, la basura amontonada en los rincones... y un olor a rancio perforó su pituitaria.
Entonces, como una pantera que agazapada espera a su presa en medio de la noche, una sensación de vacío y tristeza se apoderó de su cuerpo dejando espacio tan solo en su mente para un bello y lejano recuerdo; la imagen de una mujer y una niña que sonríen jugando con él en un parque.
Como un autómata, abrió lentamente el cajón de su escritorio y colocó sobre la mesa el revolver que había aguardado pacientemente allí durante años. Había llegado el día. Su obra había concluido. La novela que había dinamitado su vida y sentenciado su destino había llegado a su fin.
Ya todo había terminado.
Comments