Berta traza una fina línea negra sobre la base de las pestañas del párpado superior. Primero sobre un ojo; después, sobre el otro. Se aleja un poco del espejo para observar la imagen que este le ofrece y su mirada se desvía hacia las bandas violáceas bajo sus ojos en lugar de examinar el trazado de las líneas que acaba de dibujar sobre ellos. Rebusca en el neceser y coloca ahora unas gotas de cobertor sobre las ojeras, que esparce con unos ligeros toques con las yemas de sus dedos, y estas quedan del todo disimuladas bajo sus bonitos ojos azules.
Cree que todavía es guapa, a pesar de que su casi medio siglo de vida ha hecho mella en su rostro y en su cuerpo y ahora le cuelgan las escuetas carnes flojas de los brazos como blandiblú. Si al menos encontrara un par de huecos a la semana para ir al gimnasio... Pero claro, trabajando todo el día, no le queda tiempo ni siquiera para prepararse las comidas y se alimenta a base de ensaladas y carnes a la plancha, aunque, por otro lado, eso también la ayuda a mantener los kilos a raya. ¿Cómo lo conseguirá Claudia? Ella tiene su misma edad y se mete entre pecho y espalda unos guisos que quitan el hipo y, sin embargo, su cuerpo es delgado, prieto y firme. Pero claro, ella sí tiene tiempo de ir al gimnasio y de prepararse esas apetitosas comidas porque trabaja menos horas; no como yo, que estoy metida en este cubículo desde que despunta el alba hasta que termina el día.
Saca el carmín y repasa de rojo la fina piel de sus labios. Después los restriega y sonríe coqueta al espejo. ¡Cómo le gustaría tener tiempo para hacer todas las cosas que el trabajo le roba: jugar al pádel por las mañanas, tomarse un café a mediodía con las amigas, ir de compras por la tarde… Piensa en su cuñada. ¡Esa sí que se lo monta bien! De tienda en tienda, de café en café, de viaje en viaje... Para trabajar ya está mi hermano. Y, para colmo, cuando quiere algo no tiene más que pedirlo y el pánfilo de mi hermano se lo entrega en una bandeja de plata, mientras que a mí, para mi cumpleaños, solamente me llama por teléfono para felicitarme por mucho que yo le dejo caer cuando hablamos por esas fechas lo bonito que es tal o cual reloj último modelo o la preciosidad de cadenita de plata que he visto en tal o cual joyería.
Por cierto, piensa mientras espolvorea con una brocha un poco de colorete sobre sus pómulos para hacerlos parecer más altos y prominentes, el viernes por la tarde he quedado con mis amigas a tomar café. Espero que no lo retrasen como la última vez. A ver si se piensan que solo ellas porque tienen marido y familia son las únicas que aparcan sus obligaciones pendientes en estas quedadas. Yo también me estoy viendo con una persona y no por eso anulo el día de antes con cualquier excusa referida a él. Que estén casadas y tengan hijos no significa que todas esas minucias que rodean a la familia sean más importantes que lo que atañe a una persona que vive sola. Si acaban anulando la merienda no volveré a quedar con ellas. Con amigas así, ¿quién necesita enemigos? Y lo peor es que si se me ocurre hacer alguna insinuación sobre lo complicado que es quedar con ellas siempre todas se me echan encima como hienas, que para eso sí se ponen rápido de acuerdo.
Observa de nuevo su imagen en el espejo ahora ya perfectamente maquillada e impecable. ¿No debería hacerse ya las mechas? ¿Cuando fue la última vez? Pero me da tanta pereza pasarme la mañana entera del sábado en la peluquería metida entre tanta cotorra y cotilla que no tienen nada mejor que hacer que criticar. No lo soporto. Pero tampoco puedo andar con estos pelos.
Sin pensarlo más, marca el número en el teléfono de la peluquería. ¿Cómo es que Carla no se quita las canas? ¿No se da cuenta de que le hacen parecer mayor?
—Sí. Hola Merche, guapa. Soy Berta. Quería hora para las mechas.
— ...
—¿No te queda ningún hueco el sábado?
— …
—No, no, no. Está bien. El viernes a las cinco me viene perfecto, gracias.
Cuelga el teléfono y solo entonces recuerda la cita con sus amigas a tomar café. ¡Bueno, qué diablos! ¿Cuántas veces son ellas el motivo por el que cambiamos el día?
Sin dilación, manda un whatsapp por el grupo para decir que ella no podrá asistir, que le ha surgido un imprevisto.
No tarda en llegar el primer mensaje. “No te preocupes, ya te unirás a nosotras en el próximo encuentro”. A esta primera contestación le siguen las demás, todos en el mismo tono. “Zorras”, piensa nuestra protagonista. Después teclea: “Gracias, chicas. Pasadlo bien”.
Jajaja.. Tan real como la vida misma!!.. aplicable a la mía, sin ir más lejos.. 😅
Uy qué estrés de vida... trepidante relato.😍
Real como la vida misma. El tema elegido es típico y nos ha pasado a todas ;)
He releído el texto un par de veces porque me costaba seguir la historia de la narradora con diferentes tiempos verbales. Unas veces en primera y otras en tercera persona… es el único punto que quizás señalo desde mi humilde punto de vista.
Un besote 😘😊