Casi no puedo respirar. Una mascarilla demasiado usada me ahoga. Las circunstancias me sobrepasan. Yo no debería estar aquí.
La cola del hambre avanza y yo con ella.
Tras una larga espera, llego al inicio de la cola y me detengo. Reconozco los ojos que me ofrecen la bolsa de comida. Unos ojos que se sorprenden y me miran con tristeza. Unos ojos que se quedaron sin trabajo cuando yo cerré mi empresa. Unos ojos que no hablan por miedo a herirme.
Escondo mi orgullo bajo la mascarilla, me acerco, y acepto la bolsa que esos ojos me ofrecen.
La mirada habla siempre....
Me ha dejado sin palabras... no hay nada como ponerse en los zapatos de otra persona.