Es mediodía y lleva toda la mañana en la cocina. La pasta está en una cazuela; la carne picada, en la sartén; la bechamel, en el otro fuego. Pasa el dorso de la mano por su frente para retirar un mechón de pelo y unos restos de sudor. Repasa la lista que colgó en la nevera con los entrantes: cóctel de gambas, dátiles con bacon, salmón ahumado... Espera no olvidarse de nada. Es la primera comida de San Esteban en la que acuden sus suegros a casa y quiere que todo salga perfecto.
—Tus padres estarán a punto de llegar. ¿Me ayudas con la mesa?
No ha querido pedirle ayuda antes porque trabajó en el turno de noche y llegó a las nueve de la mañana a casa.
—De acuerdo, Roberto. ¿Pongo la vajilla buena? —pregunta Elena, aún somnolienta, a su esposo.
Uuuuaaahhhh, acertadísimo. Me ha encantado!!!
Magnífico microrrelato, el hecho de que nos sorprenda el final, lo dice todo.
Una idea brillante.
Un abrazo.
El cambio de género al final del relato es perfecto y necesario para las mentes cerradas y arcaicas.
Me encanta.... no sabes que tienes prejuicios hasta que lees un relato de S Esteban😍😍😍 dí que sí!!!