Confinada pero libre

Anoche, cuando golpeaste mi cara solo porque la cena no era de tu agrado, no podía creer lo que estaba sucediendo. Era como si hubiera salido de mi propio cuerpo y pudiera observar como golpeabas a otra mujer. Esa mujer no era yo. No podía ser yo. Yo no lo hubiera permitido.

No obstante sí era yo. Fui yo la que recibí el golpe. Aunque antes de ese golpe ya hacía años que recibía otros muchos. Golpes que no dejan marcas en la cara pero sí en el alma, pienso mientras acaricio mi ojo amoratado.

Por eso esta mañana he decidido al levantarme que no voy a permitir que esto siga así por más tiempo. No voy a permitir que me hables con desprecio, ni que me grites, ni que me humilles, ni que me des órdenes, ni que me golpees porque te creas más fuerte que yo.

Esta mañana me he percatado de que hace muchos años que convivo con el virus pero que no me había dado cuenta. Este encierro me ha enseñado que mi virus eres tú. Tú, que necesitas demostrarte a ti mismo que vales algo intentando convertirme en una sombra de lo que era. Tú, que te alimentas de mi fuerza y de mi voluntad. Sí, porque yo soy la fuerte, y no consentiré que me sigas consumiendo.

Voy a luchar contra ti porque he encontrado mi vacuna. He encontrado la fuerza suficiente para no dejarme empujar ni una vez más. Seguiré con el encierro perimetral que la covid me ha impuesto, pero lo haré lejos de la cárcel que tú me construiste, pienso cogiendo mi maleta y cerrando la puerta de una vida a la que no voy a volver.

Seguiré confinada pero libre; libre de ti.