Ella sostiene la copa de vino con el tallo entre sus dedos y observa el contenido para apreciar su color.
Luego huele el vino a copa parada.
Después hace girar la copa y aspira el aroma, tal y como les enseñaron en la cata de vinos de aquella bodega.
Por último, permite al vino que acaricie sus labios. Solamente una caricia. No dejará que penetre en su boca. No permitirá que invada su cuerpo.
Él sigue fiel al ritual aprendido y mantiene el vino en su boca durante unos instantes. Quiere distinguir todos los matices mientras observa con deleite a su adorada esposa. Luego cierra los ojos y deja que el líquido resbale por su garganta. Suspira. Se siente afortunado.
Ella acaricia su vientre bajo la mesa y piensa que no quiere retrasar más el momento.
Le dirá que está enamorada.
Le dirá que una nueva vida crece dentro de ella.
Le dirá que se fue enamorando poco a poco y sin darse cuenta. Que intentó evitarlo; que lo sentía, pero que llegó un momento en que no pudo resistirse más.
Le dirá que el niño que espera es el hijo de otro.
Después, se levantará y se irá.
Y él se quedará solo, en la mesa, con dos copas de vino y las palabras “Lo siento; no pude evitarlo” resonando en su cabeza.
Comments