La mujer está cansada; muy cansada. Se ha levantado temprano para recoger la casa ya que ayer se fue tarde a dormir pintando la habitación de su hija.
Entra en la habitación recién pintada y observa lo bien que ha quedado todo. Perfectamente blanco; sin manchas; inmaculado. Abre la ventana para ventilar la estancia porque todavía huela a pintura, por eso su hija durmió anoche en otra habitación. Cuando despierte le enseñará su gran obra; lo bonito y limpio que está todo, piensa la mujer mientras recoge los últimos utensilios de pintura que quedaron por el suelo y después lo contempla todo de nuevo, limpio y ordenado, antes de cerrar la puerta de la habitación y seguir con sus quehaceres de la mañana.
Pone una lavadora de ropa blanca, pasa la mopa por toda la casa, comienza a preparar la comida y friega los utensilios que ha utilizado para ello; deja recogida la cocina lista para revisión; limpia el baño dejándolo reluciente; recoge la ropa tendida, la dobla y la coloca ordenada en los armarios correspondientes.
Es entonces cuando aparece la linda cabecita de su hija por el quicio de la puerta. La mujer la conduce a la cocina y le prepara el desayuno. Después la acompaña al cuarto en el que ha dormido y la ayuda a vestirse.
- ¿Quieres ver lo bonito que ha quedado tu dormitorio? - le pregunta la madre ilusionada.
- ¡¡Síííí!! - contesta la niña ya vestida dando saltitos sentada sobre la cama.
- De acuerdo.
La madre la lleva de la mano hasta la habitación recién pintada.
- ¡Qué bonita está, mamá! - exclama la niña.
Y la madre sonríe al ver que es del agrado de su hija.
- ¿Puedo jugar aquí un ratito?- le pregunta
- No, cariño, que todavía huele a pintura – le responde la madre.
- Solo un ratito, mami – insiste la niña.
La madre claudica y piensa que puede ser buena idea que juegue en su cuarto mientras ella acaba de hacer la comida, de modo que cierra la ventana para que no coja frío y le deja unos juguetes sobre la alfombra para que pueda entretenerse.
- De acuerdo, pero solo un ratito mientras termino la comida. Si necesitas algo, estoy en la cocina, ¿entendido?
La niña hace un gesto afirmativo con la cabeza y se sienta en la alfombra con sus juguetes. La madre la observa en silencio durante unos segundos y después sale de la habitación dejando la puerta abierta.
Ya en la cocina, se dedica a pelar patatas para echarlas en el guiso que está a medio hacer mientras los pensamientos revolotean por su mente. Se siente muy cansada; anoche apenas pudo dormir porque sentía todo el cuerpo dolorido de haber estado pintando durante todo el día. Hoy debería pintar la otra habitación, pero no se ve con fuerzas suficientes. Tal vez, si hiciera en la casa un trabajo menos duro durante la jornada de hoy para tomarse un pequeño descanso, su cuerpo se lo agradecería. Podría limpiar las ventanas como faena extraordinaria. Quizá sería preferible a pintar el cuarto que le queda y pasar otra noche de insomnio por el cansancio…
La mujer termina de introducir las patatas peladas y lavadas en el puchero y se limpia las manos en el delantal que lleva puesto. Después se dirige con paso firme hacia la habitación de la niña con la decisión tomada de que, por hoy, se acabaron las pinturas. Hoy no pintará la habitación que queda; se tomará un pequeño descanso porque lo necesita.
Cuando llega a la habitación de su hija y mira en su interior no puede creer lo que ven sus ojos. La niña está situada de espaldas, sentada en el suelo sin percatarse de la presencia de la madre. Canta inocentemente una canción mientras a la madre la furia le crece por dentro solo de pensar que su trabajo de ayer no sirvió para nada; que todas las horas que invirtió pintando de blanco el cuarto y que la dejaron exhausta hasta el punto de no poder dormir han caído en un saco roto. Tanto esfuerzo, tanto trabajo… todo, para nada. Oye cantar despreocupada a su hija y siente la necesidad de agarrala del brazo y darle unos azotes en el culo como hacía su madre con ella cuando era pequeña, para que empiece a valorar el trabajo de los demás; para que entienda que no debe hacer ciertas cosas sin pensar en las consecuencias; para que empiece a tener ciertas responsabilidades y a pensar antes de actuar. Es tal la frustración que siente que quisiera gritar y golpear esas paredes que tanto trabajo le costó pintar, patear los juguetes del suelo y romperlo todo para descargar su ira. En estos momentos, lo único que desea es coger a su hija y zarandearla o darle unos azotes para que se de cuenta de lo que ha hecho.
- Mamá, ¿verdad que ahora está todavía más bonita mi habitación? - dice la niña que, al percatarse de la presencia de la madre, se ha girado en dirección a ella y señala el trozo de pared que hay bajo la ventana. Esa pared que tanto esfuerzo le costó pintar de blanco durante todo el día de ayer y que ahora…
Las palabras de la madre se niegan a salir de su garganta y una lágrima resbala por su mejilla.
- ¿No te gusta mi dibujo? - pregunta triste la niña, que no entiende la reacción de su madre.
La madre está absorta mirando el trozo de pared pintado por su hija. En la parte superior hay unas montañas y sobre ellas un cielo azul con un reluciente sol naranja y una nubes que lo acompañan. Las montañas están plagadas de arbolitos adornados con bolitas rojas en sus copas que pretenden ser manzanas. Entre las montañas discurre una raya azul, tal vez un río, que llega hasta unas casitas de tejados rojos situadas en la parte baja del dibujo. Y ahí, al lado de esas casitas, hay dos figuras, más grandes que las propias casas, que simulan ser personas, pero que en realidad son un círculo del que sale un palo vertical atravesado por otro más corto para formar los brazos. Y de ese palo-brazo sale un circulo con cinco pequeños palitos alrededor, cinco palitos que hacen de dedos y que se funden con los otros cinco palitos de la figura de al lado. Dos figuras unidas por sus manos; una más grande y otra más pequeña; y en las caras de ambas hay dibujadas preciosas sonrisas de felicidad.
***
El día ha llegado a su fin. La madre hace ya rato que acostó a su hija en su cuarto. Ahora está leyendo la novela que sostiene entre sus manos. Pero ha de repasar dos veces cada frase porque su mente vaga por otros derroteros. No para de pensar en lo que sintió al ver el dibujo sobre la pared blanca recién pintada. En como su cuerpo se llenó de ira no siendo capaz de comprender a una niña de cuatro años. ¡Qué rápido nos olvidamos de cuando nosotros fuimos niños! ¡Cómo nos dejamos arrastrar por nuestras obligaciones, o por lo que nosotros consideramos prioritario, olvidando qué es en realidad lo más importante!
La mujer deja la novela sobre la mesita de al lado y se levanta encaminándose hacia el dormitorio de su hija. La niña duerme plácidamente. La madre la observa desde el quicio de la puerta mientras hace un repaso del día. ¡Es increíble lo que podemos aprender de nuestros propios hijos! ¡Y pensar que hasta sentí deseos de golpearla cuando vi el dibujo que había hecho bajo la ventana en la pared recién pintada…!
Dirige entonces la vista hacia la pared en cuestión y sonríe. Sobre ella luce todavía el dibujo de su hija iluminado por la luz de un flexo que la niña colocó sobre el suelo hace unas horas para poder dormirse admirando su pequeña obra de arte. Enseguida cayó rendida en brazos de Morfeo. ¡Pobrecilla, estaba agotada! Hoy hemos pasado gran parte del día en el parque y luego hemos vuelto para jugar en su habitación porque ella echaba de menos su dibujo; no quería que estuviera tanto tiempo solito, decía. Sonrío al recordarlo. Le he prometido que mañana compraré unos listones de madera para enmarcar su dibujo cuando salga del trabajo.
La madre suspira y se dirige despacio por el pasillo para adentrarse en su habitación. Hoy no la ha pintado como pretendía; ni tampoco ha limpiado las ventanas de la casa. Ya habrá tiempo para hacer todo eso otro día. Tras el incidente del dibujo, ha pasado el resto del día jugando con su hija. También eso la ha dejado exhausta, piensa sonriendo, pero tiene el presentimiento de que este tipo de cansancio no le impedirá dormir hoy.
Me he sentido totalmente reflejada. Te hace reflexionar de lo verdaderamente importante y como ven el mundo los niñ@s, mucho más sencillo y simple que los adultos. Tenemos que aprender muchísimo de nuestr@s hij@s.
PRECIOSA HISTORIA!!!😍🥰👏👏👏
Cuando tu mente se abre.... ya nunca vuelve a ser como antes. El relato me ha hecho pensar en nuestras prioridades diarias... en lo que nos imponemos a nosotros mismos. Muy buen final😍
Que paciencia tenéis las mamis.... es la pura realidad. Admiro a las mamás trabajadoras (en casa y/o fuera de ella) con niñ@s... sois lo mássss.