El pueblo

Él la espera sentado en un banco repasando sus apuntes.

Tiene un examen mañana y no quiere perder tiempo.

Le pidió a su novia que viniera a su casa, pero ella se negó.

Últimamente la nota extraña. Pero ahora no puede pensar en ello; lo hará tras los exámenes. Eso es ahora lo más importante. De eso ahora depende su futuro; de eso depende que salga de este maldito pueblo.

Ella camina despacio hacia el parque pensando en cómo darle la noticia.

Sabe que no es el mejor momento; sabe que el se enfadará; pero no puede retrasarlo más.

Hace días que no come; que no duerme; necesita compartirlo con él; necesita saber si él la apoya.

Quiere que él sea el primero en saberlo; después se lo dirá a sus padres.

Cuando, ya sentada en el banco, le dice que está embarazada y desea tenerlo, él se enfada y le grita.

Le aúlla que cómo ha podido dejar que sucediera; que cómo ha podido ser tan descuidada.

Le ruge que ellos no arruinarán su futuro; que ese hijo que espera no es suyo y que no quiere volverla a ver.

Ella se queda en el banco llorando con desconsuelo. En el fondo de su corazón se lo esperaba, aunque mantenía una brizna de esperanza. Ahora se siente sola, débil y triste; perdida y sin saber qué hacer.

Sin embargo, sí sabrá cómo actuar. Luchará como nunca lo ha hecho hasta ahora y aprenderá a lucir orgullosa su embarazo delante de todo el pueblo, indiferente a las miradas y comentarios. Trabajará duro para darle una educación a su hijo al que nunca le faltará amor, ya que ella suplirá con creces el que él no supo darle.

Desde el momento en que se levante del banco decidida a sacar a su hijo adelante, no habrá nada ni nadie que se interponga en su camino. Arrasará como un ciclón todas las dificultades que encuentre a su paso porque sentirá que existe una vida más importante que la suya y la protegerá a toda costa.

Desde ese mismo instante, tomará la determinación de dejar de sentirse una mujer débil para convertirse en una madre fuerte.