Abre con delicadeza el maletín rosa y comienza a sacar objetos que deja de forma ordenada sobre el impoluto banco de aluminio situado a su izquierda: una base de maquillaje, un pequeño estuche con coloretes en tono terracota, un poco de polvos matificantes, tres brochas con formas y espesores diferentes,.. Lo coloca todo pulcramente ordenado y después observa el rostro sobre el que ha de trabajar. Tiene la tez demasiado oscura. Quizá debería usar un tipo de maquillaje algo más claro para bajar un poco ese tono. Rebusca de nuevo en su maletín y saca otro bote de maquillaje y una esponjita cuadrada. Acerca el bote al rostro y mira con ojo crítico torciendo la cara hacia un lado y otro. Después de decidir que es el tono adecuado, coloca el bote en el lugar que le corresponde sobre el banco. Vuelve a observar todos los objetos colocados en orden y coge el frasco que se encuentra más a su izquierda.
– Verás, esta crema te disimulará un poco las grietas de la cara. Tienes el cutis un poco envejecido de estar al sol todo el día. Ya sé que tú nunca has sido partidario de ponerte potingues en la cara, que siempre has dicho que eso son cosas de mujeres y que a un hombre de campo como tú no le van esas... “mierdas”, que con ir afeitado cada mañana ya tienes más que suficiente. Pero, en fin, por una vez, vas a tener que fiarte de mí. Ya verás qué bien te va a quedar. Parecerá que te has quitado de encima unos cuantos años, te lo aseguro –le explica al anciano mientras reparte la crema por su cara en círculos ascendentes.
Después de esparcir dos capas de crema por el rostro del cliente, se retira unos pasos para observar el resultado con perspectiva.
– ¿Ves? ¡Te lo dije! Mucho mejor así. Nadie te echaría la edad que tienes.
Se aproxima de nuevo al banco, coloca el bote de crema dentro del maletín, coge el siguiente bote, el de maquillaje, y lo acerca de nuevo al rostro del anciano.
– Sí. Este es el adecuado. Hay que bajar un tono, si no parecería que estás chamuscado antes de tiempo. Y no queremos eso, ¿verdad? ¡Demasiado sol! Nunca has hecho caso a nadie y, a mí, menos que a nadie, pero hoy me vas a escuchar. Si no te gusta, siempre podrás quejarte luego.
Y, con una sonrisa, empieza a maquillar el rostro que tiene delante empapando la esponjita con el maquillaje y repartiéndola con esmero sobre el rostro del hombre.
– ¿Ves? Estás quedando perfecto –le dice mientras quita con los dedos un pegote de maquillaje que había quedado en su pómulo derecho.
– ¡Genial! –exclama al tiempo que devuelve el bote de maquillaje al maletín y coge el siguiente estuchito que hay sobre el banco.
- Ahora los polvos. No querrás que te queden brillos, ¿verdad? Hoy es un día importante y no puedes ir de cualquier manera. ¿Quién me iba a decir a mí que la primera vez que te maquillaras lo iba a hacer precisamente yo? Si es que la vida da muchas vueltas, Higinio. Y mira, aquí estamos tú y yo, después de tantos años sin hablarnos. Tan junticos y tan bien –le dice mientras reparte con la brocha un poco de polvo sobre el rostro–. Si yo sé que tú las cosas no las has hecho nunca con maldad, lo que pasa es que a ti siempre te ha perdido el mal genio. Siempre fuiste muy de hacer las cosas a tu manera. Siempre pensando que tu opinión era la única que valía y los demás estábamos equivocados. Si yo sé que para un hombre de campo como tú, entender ciertas cosas podía ser complicado pero… es que tampoco hiciste nunca ningún esfuerzo por entenderme. Puede que yo fuera diferente pero… ¿ y quién no lo es, eh? Siempre te costó mucho dar tu brazo a torcer, por eso nos distanciamos. En fin…
Y tras guardar el estuche de los polvos matificantes, el esteticista recoge ya el último objeto del banco.
– ¿Qué? ¿Nos atrevemos con esto? –le pregunta al señor mostrándole una barra de labios–. Sé que quizá te parecerá un poco atrevido pero tranquilo, no tiene color. No son como los que yo uso. No me atrevería a poner un rojo bermellón sobre los labios de un muerto. Entiéndeme. Sería de mal gusto y yo, si algo he tenido siempre, ha sido buen gusto, aunque a ti no te lo pareciera. Maricón, sí, como a ti te gustaba llamarme, pero con buen gusto.
Observa la barra de labios y decide guardarla sin darle uso. Después se queda mirando la cara ya maquillada del anciano. Se le escapa un leve suspiro y añade:
– No tiene sentido negarlo ahora. Lo cierto es que me hubiera encantado que me hubieras aceptado como soy. Ese fue siempre mi sueño. Aunque…. en fin, no todos los sueños se cumplen, ¿verdad?
– ¿Ya está todo listo? –pregunta una cabeza que asoma por la puerta.
– Sí, todo listo.
La mujer entra en la estancia y se acerca al cuerpo que yace inerte sobre el banco.
– ¡Qué guapo has dejado a tu padre! ¡Estaría orgulloso de ti! –le dice la anciana al esteticista tras cogerle de la mano.
– No digas eso, mamá. Sabes que no es cierto. Pero yo sí que me siento orgulloso. Y eso es lo que importa.
El hijo le da un beso en la frente a su madre y después añade:
–¡Sí que está guapo, sí!
Menudo relato.... se pueden apreciar tantos sentimientos sin que se hayan expresado en voz alta... toda una vida de relaciones en unos minutos. Me ha encantado... enhorabuena😎