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  • Foto del escritorS.D.Esteban

Hablemos

-¡¿Y me lo dices ahora?! ¡No entiendo cómo haces este tipo de cosas! De veras, ¡no me lo explico!


El hombre comenzó a alejarse.


- ¡Lo siento! ¡No te enfades, por favor! ¡Vuelve! ¡Hablemos!


Pero ya era demasiado tarde. ¡Hablar es lo que tenían que haber hecho! ¡Tenía que habérselo comentado antes!, pensaba el hombre mientras caminaba sobre la arena de la playa sin saber hacia donde se dirigía. Su mujer le había arruinado el día. Estaba muy enfadado. Y ella tenía la culpa.


Acordándose de otras ocasiones en las que su mujer le había enfurecido, llegó a una cala casi deshabitada y se sentó para intentar calmarse.


- ¡Hola!


El hombre se giró hacia el sonido de la voz. Una hermosa mujer ataviada tan solo con la parte inferior del bikini se sentó a su lado.


- Hola. - y, tras el silencio de ella, preguntó - ¿Necesitas algo?


- No. Es solo que te he visto tan solo y triste que me has llamado la atención.


Los ojos del hombre se desviaron a los pechos de la mujer. Ella se dio cuenta y él bajó su mirada.


- ¿Te gustaría tocarlos?


- ¿Cómo?


- Ya me has oido.


El hombre la miraba sorprendido. No podía creer lo que estaba pasando. La mujer, aún sonriendo, le cogió una mano y se le acercó a su pecho. Él hizo intención de retirarla, pero ella no se lo permitió. Apretó la mano de él contra su pecho y él pudo sentir la dureza del pezón. Ella echó su cabeza hacia atrás, cerró los ojos y emitió un suave gemido.


El hombre, desconcertado, miró en derredor. No había nadie por los alrededores. Estaban solos los dos en aquella cala. Ella se arrodilló frente a él y comenzó a deslizar la mano del hombre sobre su cuerpo. Él podía sentir como la piel de ella se erizaba tras su contacto. Sus pezones estaban completamente erectos y justo delante de él; a su entera disposición. Ella se acercó todavía más rozando con uno de ellos sus labios y él no pudo evitar que el pezón penetrara en su boca. Él, terriblemente excitado, comenzó a mordisquearlo mientras se tumbaba sobre la arena y ella se sentaba a horcajadas sobre él.


***


No podía creer lo que había sucedido instantes atrás. Eso era cosa de las películas. A él nunca le sucedían cosas así. Desde luego el enfado se le había pasado completamente y ahora caminaba hacia donde se encontraba su mujer. Tal vez no fuera tan grave que ella no se lo hubiera consultado. Una semana pasaba rápido. Podría ser hasta incluso divertido.


- ¡Hola Cariño! ¡Qué bien que ya has llegado! Mientras estabas paseando ha llegado mi amiga; la que pasará una semana en casa con nosotros.


Y de detrás de ella salió la exuberante mujer con la que él había disfrutado minutos atrás.


- Encantada de conocerte – dijo ella con su eterna sonrisa.


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