Inicio y fin del camino

El anciano está impaciente porque llegue la visita. Sus hijas están con él, a su lado, como siempre, pero es otra compañía la que él añora en estos momentos.

Mira hacia la puerta de la habitación deseando con toda su alma que de un momento a otro se abra y atraviese el umbral la persona que espera. La familia le visita a menudo. Todos saben que son sus últimos días; todos menos ella. ¡Bendita inocencia! Ella solo sabe que su bisabuelo está malito, por eso no hay tristeza en sus ojos, como se adivina en los ojos de todos los demás.

La mujer de su nieto procura traerla cada mañana, la coloca sobre la cama y los observa con cariño. El anciano se acuerda entonces de sus nietos; de cómo les encantaba escuchar sus viejas historias de la guerra cuando eran niños. Esos nietos a los que él crió como hijos y que ahora ya tienen su propia familia. ¡Hay que ver cómo pasa el tiempo!

La puerta de la habitación se abre de repente sacándolo de sus pensamientos y entra el torrente de vida de su bisnieta dando saltitos de alegría. El corazón del anciano también salta por dentro, aunque nadie puede verlo; nadie puede sentirlo; no lo puede expresar. Hace ya tiempo que también perdió el habla. ¡Tantas cosas se han perdido…!

La esposa de su nieto coloca a la niña sobre su cama, como cada mañana, desde hace unos días. Y la niña le observa y sonríe. Con suavidad, posa su pequeña manita sobre el rostro arrugado del anciano. Primero sobre su frente; luego sobre su mejilla. Le acaricia con sumo cuidado todas y cada una de las arrugas de su rostro, en su pequeño juego, mientras ambos se miran sin decir nada pero diciéndoselo todo. Y el anciano se siente feliz. La energía de la niña lo inunda por dentro y se siente colmado de paz y de amor.

La niña sonríe y acomoda su pequeña mano sobre la arrugada mano de su bisabuelo para sentir su calor. Esa manita que empieza a vivir sobre una mano a la que se le escapa la vida. Ambas unidas; piel con piel. Lo nuevo y lo viejo. Pasado y futuro. Lo vivido y lo que está por venir. Inicio y fin del camino. Dos caras de una misma moneda.