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  • Foto del escritorS.D.Esteban

Juntos tú y yo

Ahora son las seis y doce de la mañana y tú te has ido para siempre. Desesperado, escribo estas letras con la esperanza de que la tinta de mi bolígrafo arrastre el dolor que siente mi corazón y lo arranque de mi cuerpo y de mi mente para siempre. Treinta y tres años son demasiados para no dejar ausencia. Las tres primeras horas que pasé contigo ya me bastaron para darme cuenta de que no podría vivir sin ti.

¿Qué hubiera sido de mi existencia sin compartirla contigo? Lo cierto es que no lo sé. Lo único de lo que estoy completamente seguro es de que comencé a vivir en el momento de conocerte. Te convertiste en el sol sobre el que giraban mis pensamientos y mis acciones. Mi mundo se convirtió en el nuestro. No me importó que tu trabajo nos alejara de nuestros seres queridos. Ni siquiera me afectó el hecho de que no pudiéramos tener hijos porque mi familia eras tú. Mi tiempo era para ti. Tú eras mi vida, mi faro, mi esperanza, mi ilusión. Ahora que ya no estás, siento que lo he perdido todo. El vacío que habita en mi interior crece a cada segundo y siento que pronto estallará en mil pedazos envolviéndome por completo.

Estoy seguro de que tú me dirías que continuara adelante. Pero,... ¿adelante hacia dónde? ¿en qué dirección? Tú eras mi brújula y ya no estás. Para mí nada tiene sentido.

A veces, durante el transcurso de tu enfermedad, cuando las medicinas lograban que tu dolor se hiciera soportable durante unos minutos y te permitían la licencia de un ligero sueño, yo te observaba desde los pies de la cama y le pedía a Dios que alargara ese momento; que no me dejara en este mundo sin tu presencia. Ya ves. Siempre fui un egoísta y no me avergüenza reconocerlo ante ti. Tú conocías todos mis defectos y aún así decidiste vivir a mi lado.

Ahora son las seis y treinta y cinco. El sol lucha por salir al nuevo día mientras los colores del cielo se renuevan a cada instante. Tú dirías que el azul le va ganando la batalla al rosa de momento. ¿Recuerdas aquella vez, siendo jóvenes, cuando vimos amanecer sobre las rocas de la Playa del Silencio después de hacer el amor? Tú me preguntaste si no me molestaban las rocas en mi espalda. “¿Las rocas? ¿Qué rocas?”, pregunté yo. ¡Cómo iba yo a notar las rocas cuando cada una de las células de mi piel bailaban en contacto con las tuyas! ¡Cómo iba a molestarme nada estando contigo!

Los recuerdos me hieren en lo más profundo de mi ser porque arrastran el pensamiento de que te he perdido. Se suceden uno tras otro y se amontonan en mi cabeza como en una buhardilla los trastos viejos. Cada uno de ellos oprime más mi resquebrajado corazón y lo estruja con tanta fuerza que siento que me falta el aire para respirar.

Duelen tanto…

Siempre pensé que era el hombre más afortunado del mundo por tenerte. Sentía que la vida valía la pena porque estabas tú. Juntos éramos capaces de comernos el mundo y saborearlo en cada bocado. El tiempo se nos escapaba entre las manos y, sin embargo, ahora los segundos transcurren tan lentos…

El sol ha ganado su lucha y el rosa ya domina el cielo. Me gustaría tanto que pudieras verlo…

El dolor comienza a alejarse. Se pierde entre la tinta de estas letras. Las pastillas que tomé nada más abandonaste tú este mundo deben de estar surtiendo efecto.

Las palabras se pierden en el blanco de la hoja y el bolígrafo pesa más en mi mano a cada segundo.


Espérame. Enseguida estoy contigo.


En nada surcaremos los mares de otro mundo y partiremos hacia lo desconocido.


Pero juntos de nuevo.


Ahora y siempre.


Juntos tú y yo.


Mi v ida.


M i a m

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