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  • Foto del escritorS.D.Esteban

La carta

Cuando leas esta carta yo ya no estaré. Nuestras vidas se habrán separado, aunque, en verdad, hace ya mucho tiempo que lo hicieron. No lo vimos venir, o quizá nos dimos cuenta y no nos importó demasiado. Sea como fuere ya da igual. Este es el punto y final de una relación que ya no existe.


Los motivos por los que he decidido acabar con esto y hacerlo por carta son tantos que no sabría por dónde empezar. De nada sirve echar la vista atrás cuando nada puede cambiarse. De modo que lo último que compartiré contigo será lo que me llevó a tomar esta decisión.


Fue una mañana hace unos cuantos meses. Yo estaba sentada en la recepción de un hotel, con una llave entre mis manos, preguntándome qué demonios me había empujado hasta allí. En ese momento no encontré la respuesta, aunque se presentaría clara, como la luna en la oscuridad de la noche, tan solo unos instantes más tarde en la habitación de aquel hotel.


Había quedado con un hombre. (Ahora no viene al caso cómo ni por qué). Él entró por la puerta del hotel y se dirigió hacia el mostrador de recepción. Desde donde yo estaba sentada, escuché como solicitaba a la recepcionista la llave de nuestra habitación y después le observé dirigirse al ascensor. No intenté siquiera decirle que yo ya había llegado. En vez de ello, me quedé mirando la llave que sostenía entre mis manos sudorosas intentando decidir si acudía o no a la cita. Pensé en nuestros hijos ya mayores, cada uno viviendo su vida; en nuestra casa, llena de habitaciones vacías; en nuestras cenas, cada uno a un lado de la mesa, acompañados por el sonido de los cubiertos y del televisor. Y entonces supe que acabaría lo que había empezado.


Cuando abrí la puerta de la habitación, él me estaba esperando sentado en uno de los sofás. Sonaba una música suave. Yo me quedé junto a la puerta. Él se levantó y vino hacia mí. No hablamos. Solo nos miramos. Me tendió una mano, sonrió y comenzamos a bailar al compás de la música. Yo permanecía rígida pero luego, muy despacio, al sentir sus brazos alrededor de mi espalda y el calor de su cuerpo junto al mío, me fui relajando, y apoyé despacio mi cara en su hombro. Enseguida un cosquilleo, demasiado familiar durante estos últimos años, volvió a instalarse en mi nariz. Allí, en aquel baile, junto a aquel desconocido, me sentí más amada y más querida que en todos los años de matrimonio que tú y yo compartimos.


¿Qué curiosa es la vida, verdad? Hubo un tiempo en que me hubiera gustado que ese hombre fueras tú. Un tiempo en el que deseaba que me miraras y me acariciaras como lo hizo él aquella noche. Un tiempo en el que suspiraba por sentirte cerca. Sin embargo, ese tiempo pasó. Ahora entre nosotros no queda nada. Solo un vacío tan grande que ya no puedo ni quiero llenar.



Te deseo suerte,

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