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  • Foto del escritorS.D.Esteban

La casa

Conforme el chico de la inmobiliaria les guiaba por las habitaciones, ellos sentían que ése iba a ser su nuevo hogar. Se respiraba calma y tranquilidad. Olía a nueva vida; a un nuevo comienzo.

Él pensó que por fin habían encontrado la casa adecuada; el sitio que les correspondía. Después de tantos traslados, de tantos intentos y frustraciones, por fin habían encontrado la casa que les daría la tranquilidad suficiente para ser felices; el barrio que les proporcionaría el silencio y la calma que necesitaban para vivir tranquilos. Ellos eran la pareja perfecta y sólo necesitaban el sitio adecuado; una casa que estuviera a su altura. Y, por fin, la habían encontrado; ésta sería la definitiva. Sólo necesitaba unas cuantas reformas que harían con el tiempo para ponerla a su gusto y ya todo sería perfecto. Ésta sí que sería la última; ésta sí que les pertenecería para siempre.

Ella vagaba despacio por las estancias de la casa sin apenas escuchar las explicaciones del chico. No le importaba lo que aquel joven dijera. Lo único importante para ella era cómo se sentía allí. Aquella casa tenía algo especial. Sentía que la casa le pedía que formara parte de su historia y en su interior crecía el deseo de formar parte de ella. Quería hacer de ella su nuevo hogar. Quería disfrutarla, moldearla, respirarla, vivirla, y después, llegado el momento, dejar su huella para que otros respiraran las historias que ella respiraba en estos momentos. Que otros sintieran su magia igual que ella la sentía ahora. Sonrió. ¡Qué ingenuos somos pensando que nos convertimos en dueños de las casas cuando somos nosotros los que les pertenecemos a ellas! Cuándo son ellas las que sobreviven en el tiempo y nosotros sólo participamos de una pequeña parte de su larga historia. Cuando nosotros sólo, y con suerte, les dejamos una pequeña huella.

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