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Foto del escritorS.D.Esteban

Lanzarse a la piscina

Es sábado por la noche y estoy de pie, apoyado en la barra de la discoteca con una cerveza en mi mano. La música suena, pero yo no la escucho. Todos mis sentidos están centrados en ella, al fondo de la sala. No puedo dejar de mirarla. No puedo apartar la vista de su vestido negro ajustado hasta las rodillas y su rubia melena cayendo sobre él como una cascada. Ella lo aparta hacia un lado en un dulce movimiento mientras sostiene la bebida en la otra mano. La mano libre va de su rubia melena al brazo de la chica que tiene al lado, de su cabello a posarse sobre su cadera y después de vuelta de nuevo a esa rubia cascada para terminar en el tubo de bebida que sostiene en la otra mano y que ahora cambia a esta para colocar de nuevo su cabello con la mano que antes portaba la bebida. Sus movimientos me resultan casi hipnóticos.


De repente, echa la cabeza hacia atrás y ríe. Aún con el sonido de la música perforando mis tímpanos, me parece sentir a lo lejos la dulce melodía de su risa colarse en mis oídos. Continúa riendo, y para mí enmudecen el resto de sonidos de alrededor. Solo su risa acaricia mis sentidos y me envuelve. Desaparecen todas las personas de la sala y solo quedamos ella y yo. Los dos juntos al fondo de la pista. Juntos y solos. Ella se está riendo de algo que yo le he contado y toca mi brazo con delicadeza. Su contacto me provoca un escalofrío. Después deja de reírse y me mira fijamente a los ojos. Yo le sostengo la mirada incapaz de hacer cualquier movimiento. Ella sonríe sin decir nada y se acerca un poco más a mí. No hablo. Me da miedo decir o hacer algo que rompa la magia del momento. Ella se acerca todavía más y yo puedo sentir el calor de su cuerpo casi pegado al mío. La miro. Y es entonces cuando yo por fin me decido. Puedo verlo con claridad. Sus ojos me lo están pidiendo casi en un ruego. Quiere que la bese. Desea sentir el calor de mis labios sobre los suyos y está esperando a que sea yo el que de el paso. Y lo voy a hacer. Hoy es el día. Voy a lanzarme a la piscina y voy a nadar. ¡Voy a nadar como nunca!


- ¡Joder tío! ¿Pero qué coño te pasa hoy?


- ¿Eh?


La voz de mi amigo a mi lado en la barra me devuelve a la puta realidad. Continúo aquí apoyado, con la cerveza en la mano y la chica a kilómetros de distancia riendo con sus amigas.


- ¿Que dónde coño estas? ¿Estás tonto o qué te pasa?


Mi amigo continua bebiendo a mi lado y yo me giro dando la espalda a la pista porque no puedo seguir mirándola. No puedo seguir observándola y no hacer nada. A mi amigo no le he dicho que me gusta; que pienso en ella casi cada noche desde que la vi aquí por primera vez hace ya tres sábados. No me apetece que se ría de mí. Diría que soy idiota por venir cada fin de semana, verla y no decirle nada; por no ser capaz de ni siquiera acercarme e invitarle a una copa; por no atreverme a tener una sencilla conversación. Para él todo es muy sencillo. Lo piensa, lo hace y punto. Para mí no resulta tan fácil. Me cuesta mucho decidirme. Doy mil vueltas a las cosas y, al final, termino por acojonarme. Siempre he sido demasiado tímido, demasiado miedoso. Incluso de crío. Las chicas nunca se me han dado bien.


Le doy un largo trago a mi cerveza para infundirme el valor suficiente. Lo voy a hacer. Voy a lanzarme a la piscina. De hoy no pasa. ¿Qué podría suceder? ¿qué me dijera que no? El no ya lo tengo, como diría mi madre. ¡Venga, tío, que hoy es el día! Doy otro largo trago a la cerveza, ya tibia, con la intención de ir hasta esa chica que me tiene sorbido el seso, acercarme hasta ella e invitarle directamente a una copa. ¡Eso es! ¡De hoy no pasa! Dejo la cerveza sobre la barra, me giro y… me topo directamente con ella y una de sus amigas pidiendo al camarero unas bebidas a mi lado en la barra. Dos ron con cola, oigo que pide. Nuestras miradas se cruzan. Ella me sonríe. Yo bajo la mirada. Me ha pillado desprevenido. ¿Como coño ha llegado tan rápido? No sabía que estaba tan cerca. Con disimulo, observo como espera a que el camarero les traiga las bebidas que han pedido. Observo como se aparta un mechón de cabello que le cae sobre la cara, y como rebusca en un pequeño bolso que lleva colgado de su hombro. Al levantar la vista me doy cuenta de que su amiga me está observando a mí y, avergonzado, vuelvo a bajar la mirada. Me siento como un imbécil. ¿Pero qué coño te pasa, tío? ¡Venga! Diles que les invitas a las copas. Te presentas, presentas a tu amigo y les dices que les invitas. ¡Solo tienes que decirlo! Sin embargo, las palabras se niegan a salir de mi boca. Soy incapaz de forzarme a pronunciarlas. Ni siquiera puedo mirarla de nuevo por miedo a verme pillado una tercera vez. Mantengo la mirada fija sobre la barra. Puedo notar los ojos de su amiga fijos en mí. Vigilantes. Escrutadores. ¡Venga, colega! Tan solo un “hola”. Solo has de decir hola. Solo eso. Lo que tenga que ser será. Pero nada. No me sale.


Las chicas pagan sus bebidas e inician su camino de vuelta mientras yo ni siquiera he logrado despegar la vista del punto fijo de la barra en la que la tenía impresa. Cuando consigo girarme, ellas ya marchan hacia el fondo de la pista y a mí se me cae el alma a los pies. He perdido mi oportunidad. ¡Si es que lo tenía a huevo, joder! ¡Soy un puto cobarde de mierda!, me reprendo a mí mismo mientras veo como se aleja la chica de mis sueños. Esa chica que hace un momento tenía a mi lado y por la que yo no he sido incapaz de mover un dedo. ¡Puto cobarde!, pienso golpeando la barra con el puño.


Seguro que hoy, cuando vuelva a casa, volveré a sentirme el ser más patético sobre la faz de a tierra. Como la semana pasada, y la anterior. Si es que soy un puto pringao. ¿Por qué me cuesta tanto actuar? ¿A qué tengo tanto miedo? ¡Estoy hasta los cojones! ¡Voy a hacerlo! Pienso mientras agarro la cerveza y me lo llevo a la boca de nuevo. ¡No, no quiero cerveza caliente! La dejo de nuevo sobre la barra. Voy a ir y que sea lo que Dios quiera. ¡Esta vez nada podrá detenerme! No voy a marcharme a casa sin haber hablado con ella. Me da igual si piensa que soy un capullo. No pienso pasar otra noche en vela preguntándome qué es lo que podría haber sucedido. Esta noche no. Hoy será distinto. ¡Esta noche voy a averiguarlo!


Me doy la vuelta lleno de energía y buenos propósitos y lo primero que veo es a “mi rubia” y a su amiga hablando con unos tíos en medio de la pista. No les ha dado tiempo ni a llegar al fondo con el resto de sus amigas. Esos putos cabrones las han interceptado a mitad de camino. ¡Seré gilipollas! ¿Cómo se puede estar tan capullo?


- ¡Me voy a casa! – anuncio a mi amigo de mala ostia. - ¡Estoy hasta los huevos!


- ¿Cómo? - me pregunta él que deja atropelladamente su cerveza a medio terminar sobre la barra.- ¡Pero si solo es la una y media! Podemos ir a otro garito, si lo prefieres.


- ¡He dicho que me voy a casa! - repito ya dirigiendo mis pasos hacia la salida.


- ¿Pero qué coño te pasa hoy? - me dice mi amigo sin comprender nada mientras me persigue por la pista.


Pasamos justo al lado del corrillo de cuatro que han formado la rubia, su amiga y los dos tipejos esos. Todos ríen. Ni siquiera puedo mirarles. ¡Que os den por el culo!, pienso, ¡que os den por culo a todos! Y a mí el primero, por puto cobarde de mierda.

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1 commentaire


beaolis
28 janv. 2021

Qué ignorantes somos de lo que sucede en la mente de los demás... es como una realidad paralela... muy instructivo🤪

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