¿Dónde pueden estar? Por lo menos hace una semana que no las veo. La última vez que me las puse… ¿cuándo fue? Ah sí; el sábado. Íbamos a ir a esa cena que al final no fuimos porque Jose se empeñó en que era malgastar el dinero, que ahora no nos venía bien, que ya iríamos más adelante… ¡Maldito sea! Lo que tiene que hacer es encontrar un trabajo cuanto antes y no ser tan remilgado en los que le ofrecen: que si es un trabajo de esclavos, que si apenas pagan nada, que el de la entrevista parecía un negrero,… ¡¡Pues de algo tenemos que comer, leches!!
- ¡¡Buenos días, vecina!! ¿Cómo estamos esta mañana? ¿Qué tal Jose? ¿Ya le ha salido algo?
La vecina del segundo C saca de sus pensamientos a Elisa, a la que casi se le cae una camisa de Jose que tenía en la mano y que estaba a punto de tender. Elisa la mira entornando los ojos. Años atrás hacían buenas migas: iban juntas al mercado, quedaban los cuatro para jugar a las cartas,… pero desde hace un tiempo, no puede recordar cuándo ni por qué, nota que se han distanciado.
- Hola Maribel. Buenos días. Pues no. Todavía no le ha salido nada. - le contesta Elisa a la vecina de enfrente con un suspiro mientras sigue tendiendo la ropa sobre la cuerda que va desde su ventana a la de ella.
- Pues también es mala suerte. Bueno, hija, cualquier cosa, ya sabes dónde estamos. Que los vecinos han de ayudarse unos a otros.
Y con una sonrisa, la vecina desaparece de la ventana hacia el interior de su casa.
Sí. Será de las veces que me has ayudado tú a mí. ¡Envidiosa! Que eres una envidiosa. A ver si mis bragas te las has quedado tú. Que no aparecen desde que las tendí la última vez. Que tienes la mano muy larga; igual que la lengua, pelleja... Ya ves tú qué falta te hacen a ti unas bragas mías. ¡Como si no te llegara para comprarte unas nuevas! ¡Será posible! ¿Y dónde te las vas a poner, eh? Porque en el pedazo pandero que tienes no creo que te quepan. ¡Y métete en tus asuntos! Que más deberías preocuparte por tu hijo que por mi marido. Qué dicen las malas lenguas que va con gente de mal vivir y que se mete de todo. ¡Claro! Si es que le habéis consentido toda la vida y eso, al final, pasa factura. ¡Ay, que no le falte de nada, que no le falte de nada! Que a un hijo no se le puede dar todo. ¡Que luego te salen tontos! Que han de esforzarse por lo que quieren. Claro, pero vosotros, los que tenéis dinero, qué vais a saber. Que pensáis que con el dinero se arregla todo. ¡Menos salir y más estudiar!
Elisa acaba de tender la ropa y cierra la ventana. Su hijo entra en la cocina.
- Mamá. Me voy al instituto.
- Ven aquí y dame un beso antes de irte, ¿no? - le dice Elisa a su hijo que obedece para no perder tiempo discutiendo con su madre una batalla que sabe que tiene perdida de antemano.
- ¡Y no se te ocurra suspender ninguna asignatura, eh! ¡Ya sólo nos faltaba eso! Otro vago en casa…
- Pues sí que te has levantado hoy de mal humor…
- Yo me levanto del humor que quiero. Que para eso trabajo todo el santo día como una burra…
- Bueno, bueno. Me voy que llego tarde - dice su hijo que sale de la casa dando un portazo.
Elisa se sienta en la silla de la cocina y los pensamientos revolotean de nuevo por su mente. Vuelve al pasado. Cuando su hijo era pequeño. Cuando su marido trabajaba en la fábrica y quedaban por las mañanas en casa de Maribel para ver la telenovela aquella, ¿cómo se llamaba? Ah, sí: Los ricos también lloran. Estábamos todas enganchadas a aquella telenovela, recuerda con una sonrisa. Nos tomábamos allí un café y luego cada una se iba a su casa a hacer la faena. Y en las noches de verano, salíamos a la calle con una mesa y sillas plegables para jugar a la baraja al cuatro de oros. ¡Ay, qué tiempos aquellos! Cuando todas compartíamos risas y juegos. Cuando, sin malicia, criticábamos a nuestros maridos por pequeñeces. Cuando Maribel y yo nos quedábamos hablando hasta las tantas de la madrugada compartiendo nuestros secretos. Elisa suspira. ¿Qué ha sido de aquellas noches? Ahora las vecinas tan a penas nos saludamos con un buenos días si nos cruzamos en el rellano o a través de las ventanas. Cada una ha ido haciendo su vida y ya casi no compartimos nada. Perdimos el contacto con Pepi, la del tercero B, cuando se separó y se fue a vivir con su madre. Dijimos que seguiríamos en contacto, pero no hemos vuelto a vernos desde entonces. ¡Hace ya tanto tiempo…! ¿Qué tal le irá? Me parece que se volvió a casar con un buen hombre y que éste sí que le había dado un hijo. ¡Ay, Pepita, qué graciosa era! ¡Y qué inocente! Anda que no le costaba coger los chistes…. Y aquella otra… ¿Cómo se llamaba la otra? La del tercero C… que siempre decía aquello de… ¿cómo era… ? “si los hombres tuvieran que parir, ya podríamos dar por extinguida la especie”. Aquella sí que ponía a caldo al suyo. Recuerdo que cuando cerraron la fábrica no les quedó más remedio que vender el piso y marcharse al pueblo. Ya nunca volvimos a saber de ella.
El resto nos hemos quedado, pero como si no lo hubiéramos hecho. Ya no hay telenovela, ni noches jugando al cuatro de oros. No compartimos risas ni nada. El cierre de la fábrica tuvo la culpa. A todos se nos agrió el carácter con los problemas. Nosotros no hemos levantado cabeza desde entonces. Ni la del cuarto A. Ésa está peor que yo. Por lo menos el mío no se ha dado a la bebida, que se cree que nos nos hemos dado cuenta y lo sabemos todos. Y si no cuando aparece con las gafas de sol dentro del portal, como si en el portal la luz le cegara... ¡Que no somos tontas, hija! En fin, de puertas para dentro, cada una que haga en su casa lo que quiera…
Elisa se levanta con desgana y se dirige al comedor para ver un rato la televisión. Se sienta en el sofá. Quiere descansar viendo un rato las noticias antes de seguir con las faenas de la casa. Lleva en pie desde las seis de la mañana. Luego tendrá que hacer rápido la comida para dejarla preparada para Jose y su hijo antes de irse a limpiar a la casa de los abuelos que cuida. No le pagan mucho, pero menos da una piedra. ¿Dónde demonios está el mando? Si es que no lo dejan nunca en su sitio. ¿Que no se habrá metido entre el sofá? Elisa rebusca entre los cojines. Parece que al fondo del último ha tocado algo. ¿Y esto qué es? Mete a mano más hacia dentro y estira los dedos todo lo que puede. Parece que lo toca con las puntas. Las mueve despacio para intentar llegar hasta él. Parece que lo ha conseguido. Lo engancha de un extremo con el dedo y tira con fuerza.
Del fondo del sofá salen las bragas que Elisa lleva cuatro días buscando. Ella se queda perpleja; mirándolas colgando de su mano extendida delante de su cara. Debieron meterse por dentro del sofá cuando estuvo doblando la ropa la última vez. En fin, ahora tendrá que lavarlas de nuevo, piensa Elisa mientras se levanta del sofá apoyándose en sus rodillas y, con las bragas en la mano, se encamina hacia la cocina.
Me ha encantado,me he sentido identificada,creo que la mayoría hemos pasado esta situación. Sentimiento de añoranza,tristeza,risa a veces te gustaría retroceder para repetir pequeños momentos de tu vida.
Uno de los primeros relatos que leí y que me encantó. Te traslada a otra época y te trae una nostalgia... Muy buen relato Sílvia 👏🏼👏🏼😍😍
Qué chulo😍😍me hace viajar al pasado acompañada de los pensamientos de la protagonista, como si estuviera en su lugar... conoces su vida a través de sus ojos. Lo disfrutas de principio a fin