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Foto del escritorS.D.Esteban

Mentirosa

Soy una mentirosa, lo reconozco. Casi nunca digo la verdad. Siempre la disfrazo con medias mentiras que, para el caso, es lo mismo que ocultar la verdad. A veces incluso son mentiras que no llevan a ningún sitio, mentirijillas sin importancia, sin motivo, sin necesidad. Mentiras que podían fácilmente no salir a flote y que, sin embargo, por algún motivo, emergen a la superficie como elevadas por un enorme flotador naranja.

La mayoría de la gente miente para mantener oculta información que no desean que se conozca, porque se avergüenzan de algo o porque la verdad les resulta demasiado insoportable o inadmisible. No es mi caso: yo miento por vicio o por costumbre o porque, simplemente, no me apetece sacar a la otra persona de su error.

El otro día, por ejemplo, estaba en la cola de la frutería con una bolsa de manzanas colgando de una mano y una bolsa de plátanos de la otra y se acercó una señora mayor con unos kiwis y una lechuga para preguntarme si yo era la última. Detrás de mí una chica con el carro lleno reñía a dos niños pequeños que no habían parado de discutir desde que habían entrado a la tienda. Yo sabía que la chica del carro se había posicionado en la cola detrás de mí y, sin embargo, respondí afirmativamente a la otra señora que me había preguntado. ¡No veas la que se lió! Cuando la joven dejó de regañar a sus hijos y empujó su carro lleno detrás de mí, la anciana le dijo que yo le “había dado la vez” y esta le recriminó que ella estaba antes mirándome a los ojos para que corroborase su versión. Yo dije que no sabía nada del asunto y cuando salí de allí todavía se oían los gritos de las dos mujeres, los niños y la dependienta.

Lo dicho: falsedades sin importancia, patrañas sin causa ni razón y que, sin embargo, salen de mi boca con una facilidad pasmosa.

Como esta mañana, sin ir más lejos. Iba paseando a mi perro por la calle y una chica de unos treinta años se me ha acercado y me ha dado dos besos. Ha comenzado a hablarme de no sé qué pueblo y del tiempo que hacía que no me veía. No paraba de repetir: “¡Cuánto tiempo, Clara! ¡Cuánto tiempo! ¡Qué bien estás! ¡Y qué bien te veo!” Pues muy bien no me verá porque yo ni me llamo Clara ni conozco a esa chica absolutamente de nada. De todos modos le he seguido la corriente, le he dicho que yo también me alegraba mucho de verla de nuevo y hemos quedado esta tarde a las cuatro para tomar un café en El Cafetal y ponernos al día. Ahí debe de estar ella ahora —son las cuatro pasadas—, tomándose un café a la salud de la Clara esa mientras yo escribo estas líneas.

Y es que soy comerciante de historias, traficante de trolas, y utilizo esos pequeños embustes para atiborrar folios y folios que de otro modo no existirían. Porque ni tengo perro, ni suelo comprar en la frutería, ni son las cuatro de la tarde en este momento. Lo único cierto que hay en estas líneas es que escribo, mal que bien, de vez en cuando. Y que miento más que hablo.

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6 Comments


rodrigomartinezpuerta
Sep 03, 2023

El polígrafo dice que tu relato mola mucho. Un abrazo.

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S.D.Esteban
S.D.Esteban
Sep 03, 2023
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Ja, ja, ja. Dale las gracias a tu polígrafo. Y para ti un abrazo muy fuerte! ;-)

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montsefuster.mon
montsefuster.mon
Sep 02, 2023

Genial, una mentirosilla que me ha sacado una sonrisa al final 😜

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S.D.Esteban
S.D.Esteban
Sep 03, 2023
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¡Gracias Montse! ¿Qué sería de la vida sin estas pequeñas sonrisas que tanto nos hacen falta? Un abrazo, guapísima!

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beaolis
Sep 02, 2023

Mentirosa profesional hasta el final... muy bueno. Me hace ver lo crédula que soy.... por cierto, me alegro que volver a leerte😘😘😘

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S.D.Esteban
S.D.Esteban
Sep 02, 2023
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Mil gracias, Bea. Yo también me alegro de reencontrarte por aquí después de tan merecido descanso.

¿Nos vemos en El Cafetal y nos ponemos al día? Tranquila. A ti jamás te dejaría tirada. Ja, ja, ja ;-)

Un abrazo

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