El anciano, sentado en el porche, se recuerda con quince primaveras y la cabeza llena de pájaros. Casi sin darse cuenta llegó el estío, con su calidez, su agitación y su brillo. Ahora, el otoño reviste de marrones y cobrizos el paisaje que con tanto esfuerzo compuso. “Tenemos que irnos, padre”, le apremian. Una brisa gélida agita los robles. El viejo menea la cabeza apesadumbrado. Muy pronto todas esas hojas cubrirán el suelo.
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Muy poético. Me encanta.
Mini relato con mensaje….bonitoooo.
Suerte que hay hojas perennesssss .
Tempus fugit... es casi como poesía😍😍😍 lo efímeros que somos, y al parecer no lo vemos hasta que no lo tenemos delante. Gracias por este relato❤️