Son las nueve menos diez. Mal día en el trabajo. Le pesan la espalda y el alma. Al traspasar el umbral de la puerta escucha voces y cubiertos en la cocina. Acomoda su bolso y su abrigo en la entrada y se dispone a cenar disfrutando de un momento de paz en familia.
Ya en la mesa observa que su hija pequeña luce ropa de calle —lo que significa que aun no se ha duchado—; los platos de la comida esperan sucios en la pila; la ropa, humedeciéndose en el tendedero. Suspira. Se levanta y abre la nevera. A su espalda sus hijos discuten y un plato de sopa estalla en el suelo.
Se aferra con fuerza a la nevera hasta que sus nudillos se tornan blancos y explota.
Gritos, lloros, discusiones, protestas.
En la cama, lágrimas de frustración recorren sus mejillas. La próxima vez comprará más paciencia en el mercado. Cueste lo que cueste.
Hola Silvia.
Me maravilla lo bien que describes siempre los hechos cotidianos (creo que ya te lo he dicho... Me flaquea la memoria).
No puedo evitar hacerte una observación aunque sé que es una batalla perdida entre el escuchar y oír, en la TV lo dicen continuamente.
Creo que "al traspasar el umbral oye voces..." claro que también pudo prestar atención a lo que decían y entonces sería correcto "escucha".
Me parece una lástima que no publiques, también, estos relatos en el clubdeescritura.
Un saludo y 👏👏👏
Fdo. Lázaro Marco
Real como la vida misma. ¿Quién no se ha visto reflejada en este relato? Hace falta mucha PACIENCIA EN MAYÚSCULAS.
Paciencia… que palabra, pesa una tonelada y que necesaria es…
Un relato muy real, como la vida misma….
Lo que puede ocurrir en unos minutos.... y la paciencia necesaria para poder vivirlos😍
Ay, qué paciencia tienen las mamás!