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Por los pelos

  • Foto del escritor: S.D.Esteban
    S.D.Esteban
  • 16 nov
  • 2 Min. de lectura

Te alimentabas a base de aire y ensaladas. Tus escuetas carnes se escurrían de tus brazos atraídas por la ley de la gravedad y la falta de ejercicio. Tu voz era suave y los certeros disparos que salían de tu boca herían a la perfección solo lo justo para no parecer maliciosa. Apuntabas de manera tan sutil que no había forma de distinguir si eras mal intencionada en tus descargas o si quien las recibía se quejaba de ello porque tenía la piel demasiado fina.

Vestías con ropa cara. Siempre acudías al trabajo maquillada, con el pelo planchado y la manicura perfecta. Cuando nuestra jefa estaba presente siempre eras tú la que hablaba y se deshacía en elogios sobre su bolso, su pañuelo o la elegancia de su outfit mientras yo lavaba el pelo a alguna clienta.

 

La primera ocasión en que mostraste tu patita yo estaba barriendo la peluquería después de mi último corte de pelo y tú te tomabas un café.

—Atiende tú a la señora. Ya haremos eso después.

Por supuesto te referías a que ya haría yo eso después. Tú eras incapaz de coger una escoba. Ni siquiera fregabas tu taza. Para eso ya estaba la señora de la limpieza.


Estuve tentada de buscar otro empleo muchas veces, pero la peluquería quedaba justo al lado de mi casa y tenía un buen horario. Intenté ignorar tus desplantes y hacer mi trabajo lo mejor posible independientemente de como tú realizaras el tuyo; sin embargo, el vaso de mi paciencia se desbordó el día en que yo limpiaba las pilas de lavar cabezas y tú acababas de colgar el teléfono después de mantener una larga conversación con alguna conocida.Te acercaste y me dijiste de malas modos:

—Deja eso que ya lo limpiamos ayer (por supuesto fue yo quien lo hizo, no tú) y haz el baño, que está hecho una mierda.

—¿Por qué no lo haces tú? —repliqué.

—Porque ya estás tú para eso.

—No te equivoques, aquí somos dos. Yo estoy trabajando, haz tú lo mismo.

—¡¿Pero quién te has creído que eres?!

—Una compañera, igual que tú.


Aquello te superó. Elevaste el tono de voz y me insultaste, pero yo continué afanada en las pilas como si no hablaras conmigo.


El último día que te vi me dijiste que tenías que salir un momento. Yo cortaba el pelo a una clienta. Coincidió que, a los pocos minutos, llegó la jefa por sorpresa y me preguntó dónde estabas. Le contesté que habías tenido que salir y ella quiso saber si ese comportamiento era usual en ti. No pude ni quise mentir.

Cuando entraste en la peluquería con dos bolsas de la compra enormes, una en cada mano, la jefa te estaba esperando.

—Puedes irte a casa. Nos vemos mañana —me dijo.

Solté la escoba, cogí mi bolso y pasé por tu lado en dirección a la puerta. Impertérrita, con las bolsas colgando de tus estirados brazos, mantenías la mirada al frente.

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7 comentarios


Lázaro Marco Salvador
Lázaro Marco Salvador
hace 6 días

La presentación de la mala es muy buena y los diálogos muestran lo que tienen que mostrar. Mantienen el interés 👍 . El final: el deseado y esperado 👏👏👏.

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Lázaro Marco Salvador
Lázaro Marco Salvador
hace 5 días
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Cierto ja ja ja. La ventaja de escribir relatos y novelas es que puedes escoger el final. Incluso como dijo un escritor "Puedes matar a los (personajes) que odias sin que te metan en la cárcel".

Un saludo.

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montsefuster.mon
montsefuster.mon
16 nov

Entiendo que al final despiden a la persona equivocada? Al leer el comentario de Bea… me ha hecho dudar..

Sea como sea real como la vida misma. Siempre hay injusticias y para lograr reconocimiento de la verdad hay que tragar primero.

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S.D.Esteban
S.D.Esteban
16 nov
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Hola Montse. La verdad es que a quien despidieron fue a la mala compañera, no a la narradora. Aunque cada lector siempre hace suya la historia, haré una pequeña modificación. Gracias y abrazos. ;-)

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beaolis
16 nov

Que descanso que el mal no quede impune... el bien solo tiene que esperar. Dos bandos, me identifico con el de la narradora. 👌🏻

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S.D.Esteban
S.D.Esteban
16 nov
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Si, Bea, por desgracias, cada vez hay más gente y menos personas. Un abrazo. ;-)

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