Se santiguó tres veces y salió al ruedo. Todos lo observaban. A Daniel y al animal que tenía enfrente. Fiero, despiadado. Tras unos segundos de tensión y reconocimiento muto, el enemigo se acercó confiado, destilando rabia. Daniel tenía miedo, pero no lo demostraría. Hoy no. Cuando la bestia iba a embestirlo, Daniel paró el golpe, le cogió del brazo y se lo retorció a la espalda. “No volverás a hacerme daño” susurró con arrojo al oído del abusón. Después salió del patio del colegio por la puerta grande.
Espléndido relato!!!👏👏💪🏻💪🏻🥰
Muy inteligente!!!! Soy el señor Welles!!!!
Cuando se nos presenta un toro en la vida, muchos no sabemos reaccionar... inspirador y valiente. Ole y ole😍
Olé… hay q saber capear… me gusta la comparación entre la valentía de un torero y el valor del resto de los mortales ante la adversidad de la vida.