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Yo

  • Foto del escritor: S.D.Esteban
    S.D.Esteban
  • 17 may
  • 5 Min. de lectura

Me despierto en la oscuridad y suspiro de satisfacción. Los ladridos ausentes de Conan me dibujan una sonrisa. No recuerdo una mañana en la que sus persistentes y molestos ladridos no hayan actuado de inoportuno despertador. Quizá haya pasado una mala noche, quizá sus dueños se hayan decidido por fin a encerrarlo, quizá se haya muerto y no vuelva a escuchar sus molestos ladridos nunca más. Sonrío y estiro la mano bajo las mantas para comprobar si mi marido está despierto y hacerle partícipe de mis pensamientos pero solo encuentro a mi lado una sabana fría, vacía y suave. Demasiado suave, por cierto... ¿Qué día es hoy? Sábado. ¿Me dijo Santi que saldría pronto a correr o al gimnasio? ¿O comentó que se tomaría el día libre? Bueno, igual se ha despertado y, al no escuchar a Conan, ha salido a la terraza a disfrutar del silencio, o puede que esté en el baño, no sé.

Comienzo con mis ejercicios matutinos en la más absoluta oscuridad. Estirada en la cama, levanto perpendicularmente los brazos y comienzo a alejar los hombros del cuerpo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, (…) ¿Y ese olor? ¿Habrá cambiado Santi de desodorante? Tengo que decirle que vuelva al antiguo, este es demasiado penetrante… ¿O no es el desodorante? Huela a flores, a rosas o a algo por el estilo. Yo diría que es un ambientador. ¿Tenemos ambientador en casa? ¿O será Aitana que se habrá puesto una de esas odiosas colonias que le regalaron por su cumpleaños? ¿Por dónde iba? Bueno, es igual, comenzaré por el siguiente ejercicio.

Coloco las manos enlazadas tras la nuca y la suavidad de la tela de la almohada acaricia de nuevo mis manos. ¿Qué sábanas estaban puestas? Comienzo a llevar los codos alternativamente hacia mi cara y hacia el colchón, hacia mi cara y hacia el colchón: tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez. ¡Maldito olor! Acabaré con dolor de cabeza, seguro. Se me cruza por la mente gritar el nombre de mi hija con la intención de averiguar si ha estado jugando con las colonias en su cuarto, pero me contengo. Estará dormida y no quiero despertarla. Suspiro.

El mal humor se expande por mi cuerpo y empiezo a sudar. Saco una pierna bajo las mantas. No me apetece tener un sofoco y decido acabar mis ejercicios por hoy. Total, he perdido la cuenta de nuevo... Tal vez los retome más tarde. ¿Dónde estará Santi?

Decido levantarme.

Busco a tientas el cordón de la lamparita de noche sin encontrarlo. Mis dedos palpan una superficie lisa. Demasiado lisa. ¿Dónde están mis libros? ¿Y mi móvil? Deslizo la mano sobre esa superficie lisa intentando encontrar algo familiar, algo que me tranquilice. Mis dedos tropiezan con un objeto, pero en seguida pierden el contacto y un ruido, como de cristales rotos, se adueña de la espesa oscuridad reinante. Mi respiración se detiene durante unos segundos. ¿Dejé yo un vaso de agua sobre la mesita anoche? ¿Dónde coño está la lamparita? Desisto en encontrarla y comienzo a buscar por la pared el interruptor de la luz. Se me encoge el estómago al no encontrar el tacto familiar del papel de ladrillo que hay sobre la pared de mi cuarto. En su lugar, una pared lisa y fría me obliga a retirar las manos de inmediato. Busco entonces a tientas los barrotes del cabezal de mi cama, pero en lugar de ello mis dedos se encuentran con una superficie plana y blanda a mis espaldas. ¿Pero esto qué es? Mi corazón bombeaba demasiado rápido y la sangre se acumulaba en mis oídos y en mis sienes. Retiro las mantas de golpe y me arrodillo sobre el colchón para palpar con detenimiento un cabezal que no reconozco.

¿Dónde diablos estoy?

Me entran ganas de chillar, de gritar el nombre de Santi, de Aitana, de Irene, pero me contengo de nuevo. Tengo que tranquilizarme y pensar. ¿Qué está pasando? ¿Salimos anoche? ¿Hemos dormido fuera? No; estuvimos en casa. Me acuerdo bien. Me fui a la cama, leí un rato, después me quité las gafas, me puse la férula y me acosté mientras Santi aún veía la tele con Aitana en el comedor. Tiene que haber otra explicación. Pero lo primero era encontrar la maldita luz.

Ya algo más calmada, busco a tientas por la pared alrededor del cabezal de la cama un cuadradito prominente compatible con un interruptor. Mis manos, aun temblorosas, acaban por localizar el saliente y presiono sobre él.

La luz cegadora me obliga a colocar inmediatamente las manos sobre mis ojos durante unos segundos en los que rezo para que todo haya sido un mal sueño o forme parte de una pesada broma. Rezo con todas mis fuerzas para que Santi aparezca por la puerta con las niñas y grite: ¡Inocente! y todos nos riamos un rato.

Me aterra apartar las manos. Sin embargo, no me quedaba más remedio.

¿Dónde está el cuadro que me hizo mi hermana Beatriz? ¿Dónde está mi cama con su cabezal de forja y el colgante de corazones y una luna que nos regaló Montse? ¿Y mi armario? Pero, ¿qué coño está pasando? ¿Dónde estoy? Intento controlar mi corazón desbocado y dejar de jadear como si me faltara el aire, pero a duras penas lo consigo. Debería calmarme para pensar con claridad... ¿Y si no estoy sola? ¿Y si hay alguien al otro lado de estas paredes, alguien más en esa maldita casa? Presto atención a los posibles sonidos, pero el silencio es asfixiante; solo mi respiración agitada lo interrumpe.

He de salir de aquí, determino.

Con cuidado, salgo de la cama, apoyo la oreja en la puerta de la habitación y, tras comprobar que no se escuchaban ruidos al otro lado, asgo con suavidad el picaporte y me adentro de puntillas en el pasillo de esa casa extraña y completamente desconocida para mí. Al fondo del pasillo vislumbro una puerta de cristal esmerilado que debe comunicar con la calle. Me dirijo sigilosa hacia ella. Sin embargo, antes de llegar a alcanzarla, el tenue sonido de una televisión de fondo detiene mis pasos en el umbral de la última puerta del pasillo. Me asomo con cuidado y el corazón casi se me sale del pecho al observar la coronilla de un hombre rubio sobresalir de un sofá. ¡Mierda! ¿Y ahora qué ?

Observo con avidez la distancia que me separaba de la libertad. ¿Sería capaz de salir sin hacer ruido y sin que el rubio desconocido se percatara de mi huida? Miro mis pies. ¡Voy descalza! Si el rubio del sillón escucha algún ruido y corre tras de mí, no tendré la más mínima oportunidad. ¿Y si vuelvo a la habitación en busca de unos zapatos o algo para cubrir mis pies? ¿Pero si no encuentro nada? ¿Y si el tipo oye algo y viene en mi busca? Demasiado tarde. Tengo que salir de aquí como sea. Me arriesgaré.

Vuelvo a comprobar que el desconocido está de espaldas pendiente de la tele y, de puntillas y sin hacer ruido, camino los pasos que me separaban de la ansiada puerta, coloco la mano sobre la cerradura y rezo para que no esté cerrada con llave.

—¿No irás a salir en pijama a la calle?

La voz a mi espalda me petrifica. Contraigo todo mi cuerpo para hacerme pequeña, diminuta, invisible a la voz que me habla. No me atrevo a girarme, a mirarle a la cara. ¿Qué querrá de mí? ¿Qué irá a hacer conmigo?

—¿Belén? ¿Es que no me oyes?

Un sudor frío recorre mi columna vertebral. ¿Cómo me ha llamado? Con lentitud me obligo a mover la cabeza hacia la derecha. La imagen que me devuelve el espejo del recibidor me deja más helada todavía: unos fríos ojos... ¿azules?; un pelo largo, lacio y ¡¿rubio?! recogido de forma alborotada en una especie de moño, incipientes arrugas sobre el labio superior,... ¡¿Qué mierda es esto?! ¿Dónde está mi pelo canoso castaño y mis ojos marrones? ¡¿Qué le ha pasado a mi cara?!

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8 Comments


noeliayago
noeliayago
May 25

Mare meua!!!! No podía parar de leer. Que angustia!!! Me he metido por completo en la piel de la protagonista, uffff!!! Me he quedado en ascuas, con ganas de más y de saber el final de la historia.


Enhorabuena Silvia!!!

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S.D.Esteban
S.D.Esteban
May 25
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Muchas gracias, Noelia. Me encanta leerte de nuevo y que ta haya gustado/angustiado mi historia. Un abrazo enorme y mil gracias ;-)

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Rosa Del Arco
Rosa Del Arco
May 18

Uff me has dejado con ganas de más 👏🏼👏🏼

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S.D.Esteban
S.D.Esteban
May 18
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Ja,ja,ja. Pues tienes algunos más aquí mismo ;-)

Me alegra que te haya gustado, Rosa. Pero sobre todo me alegra tenerte de nuevo de vuelta.

Un abrazo enorme y mil gracias.

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montsefuster.mon
montsefuster.mon
May 18

Ufff que mal trago. Empatizo con la protagonista… qué impotencia, que angustia y desperación. No quiero ni pensar no reconocerme cuando me vea en un espejo pensando que soy de otra realidad.

Súper 👈🏻 !!!

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S.D.Esteban
S.D.Esteban
May 18
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Como dijo una persona muy inteligente, los peores temores suelen ser los más cercanos y comunes. Inexplicables cosas sencillas.

Un abrazo, Montse ;-)

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beaolis
May 17

Dios mio..!!! Me encantan tus relatos de terror... ella ahí tan tranquila, a lo suyo, como todos los días hacemos cada uno de nosotr@s... y zas! Pero ¿qué psaa luego...?. Ahhhhggggg qué corto se me ha hecho.... gracias por el terrorífico ratito😍👌🏻🫣

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S.D.Esteban
S.D.Esteban
May 17
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Ya tocaba uno de estos. Me alegra mucho que te haya gustado. Un abrazo, Bea. ;-)

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