El pequeñín pedaleaba con su triciclo a lo largo del pasillo de su casa. En una de sus eternas carreras llegó hasta el sillón del comedor en donde descansaba su madre golpeando una de sus espinillas con el triciclo. Ante la expresión de dolor de ella, él no inmutó su rostro angelical. Sólo retiró el triciclo hacia atrás y después de nuevo hacia delante golpeando de nuevo en la pierna dolorida de su progenitora. Su madre, tras el segundo golpe, subió ambas piernas sobre el sillón y miró a su hijo sorprendida. No tanto por la repetición del golpe, sino por la diabólica sonrisa que dibujó el niño en su cara. Parecía como si disfrutara haciéndole daño.
Ella era incapaz de reconocer al que una vez salió de sus entrañas. Ahora era un extraño. Un ser ajeno a ella. Sabía que albergaba el mal dentro de él y que pronto debía tomar una decisión. Pero tendría que hacerlo rápido. Antes de que llegara su marido. Él no lo entendería.
-¿Quieres jugar? - le dijo.
- ¿Y tú?- respondió él.
Dios mío.... la frase del final me ha dejado helada... de miedo!!!! Cortito pero muy intenso😍🥶🤯