Debo darme prisa, piensa la mujer mientras se da los últimos retoques de máscara de pestañas delante del espejo del cuarto de baño. No me gustaría que Alba saliera del colegio antes de que yo llegara. Se pondría nerviosa enseguida. Es tan pequeña todavía...
La mujer sale del baño que comunica con su dormitorio y rebusca con la mirada. ¿Dónde la habré puesto? Juraría que la dejé encima de la cama. Se dirige hacia el armario de su habitación y lo abre de par en par. Revuelve entre las perchas. No encuentra la chaqueta que busca, así que decide ponerse otra en su lugar para no perder más tiempo y mira el reloj inquieta. Aún le quedan quince minutos; tiempo suficiente para ir a la entrada a coger el bolso y salir a buscar a su hija.
Se coloca la chaqueta y se observa en el espejo de cuerpo entero de su habitación durante unos segundos. De acuerdo; ya está todo. Ya puede salir a recoger a Alba. Se dirige hacia la puerta y la abre con prisas cuando, de repente, se queda parada y desorientada en el quicio de la misma. Observa extrañada el cuarto al que da acceso esa puerta: ¡es su habitación! ¿Cómo es posible? Habría jurado que estaba saliendo de su habitación y resulta que está entrando en ella. ¡Qué estúpida!, piensa. Voy siempre con tantas prisas que ya ni siquiera sé dónde me encuentro. Cierra la puerta a sus espaldas y atraviesa su habitación. Se mira en el espejo largo de pared y tiene una sensación extraña. La sensación de haber hecho eso mismo justo unos instantes atrás. Sin embargo, es imposible si acaba de salir del baño, ¿o no ha sido así? Mira su reloj y decide que no tiene tiempo para pensar en eso ahora, así que se dirige hacia la puerta y la abre deteniéndose después bruscamente como le había sucedido segundos antes. ¿Qué está pasando aquí?, piensa cuando vuelve a ver de nuevo su dormitorio tras la puerta. Gira sobre sus talones para ver la habitación que se encuentra a sus espaldas y comprueba que se trata de su cuarto de baño. Ahora mismo está en su cuarto de baño con la mano apoyada en el pomo de la puerta que da a su habitación. ¡Pero yo acabo de salir de mi habitación!, se dice a sí misma sorprendida. Después, inspira y espira lentamente para intentar calmarse. Algo debo estar haciendo mal sin darme cuenta. Debo de estar abriendo todo el rato la puerta equivocada. Tengo que intentar centrarse o llegaré tarde al colegio. La mujer vuelve a suspirar, echa una última mirada al baño y cierra la puerta. Ahora que está segura de hallarse en su dormitorio, continúa con paso lento hacia la puerta que da al pasillo de la casa y posa su mano sobre el pomo, pero antes de girarlo mira a su alrededor para cerciorarse de dónde se encuentra. Puede ver su cama, su armario, las mesitas de noche, el espejo, la zona de lectura. Se encuentra en su habitación; no hay duda. Ahora abrirá lentamente la puerta y saldrá al pasillo de la casa que le llevará hasta la entrada; cogerá su bolso y saldrá de la casa a recoger a su hija del colegio. Con la mano aún sobre el pomo de la puerta mira de nuevo su dormitorio, gira el pomo, abre la puerta y… ¡No puede creer lo que está pasando! ¿Cómo es posible que haya abierto la puerta de su dormitorio encontrándose ya en él? ¡Es imposible! Mira a su alrededor y ve que se encuentra en el baño de nuevo. ¿Pero cómo ha ocurrido? Yo no me he movido de aquí, tan solo he abierto la puerta. He comprobado dos veces que me encontraba en mi habitación. ¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué vuelvo siempre al mismo sitio?
La mujer empieza a ponerse nerviosa y nota como que le falta el aire para respirar. Entra en la habitación y va a sentarse sobre la cama. Respira de forma breve y entrecortada. Se nota mareada y siente como si la habitación diese vueltas alrededor suyo. Intenta respirar más despacio para calmarse. Sabe que si se pone nerviosa solo conseguirá empeorar la situación, y cada vez queda menos tiempo para que abran las puertas del colegio. Es necesario actuar con calma. Respira hondo un par de veces mientras piensa: ¿Estoy abriendo todo el rato la misma puerta? ¿Es eso? ¿Creo que abro la puerta del pasillo y abro la del baño sin darme cuenta? A ver. Centrémonos. Estoy sentada sobre la cama de mi dormitorio en estos momentos. Tengo una puerta a la derecha y otra a mi izquierda. La puerta de mi izquierda da al baño, y la puerta de mi derecha da al pasillo de la casa. Solo tengo que levantarme y abrir la puerta que da al pasillo; es decir, la de la derecha. Eso es. No pasará nada. He estado abriendo todo el rato la puerta de la izquierda, eso es todo. Solo me he confundido. He estado abriendo la puerta equivocada. ¿Cómo puedo estar segura de la puerta que abro? De repente, se le ocurre una idea. Se levanta de la cama y comienza a rebuscar entre los cajones de su mesita de noche. Saca una libreta y un boli y pasa nerviosamente las hojas hasta llegar a una en blanco. Coge el boli y escribe con letras grandes la palabra DERECHA sobre la hoja. Después suspira y piensa que de esa forma podrá estar segura de la puerta a la que se ha dirigido. Luego se levanta despacio y deja el cuaderno abierto sobre la cama. Temblorosa, se dirige hacia la puerta que se encuentra a su derecha, coloca la mano sobre su pomo y cierra los ojos rezando para que cuando los abra aparezca ante ellos el pasillo de su casa. Después gira el pomo lentamente, abre la puerta y comienza a abrir los ojos reteniendo aún el aire en sus pulmones, como si de esa manera pudiera ejercer una especie de influencia sobre lo que sucederá a continuación.
Sin embargo, lo que ve al otro lado de la puerta tras abrir los ojos es el cuaderno sobre su cama. ¡Mierda! Desesperada corre hacia el cuaderno, lo agarra con fuerza y lo estrella contra la pared. “¡Nooooo!”, grita. Después mira el reloj. ¡Ya solo faltan cinco minutos para que Alba salga del colegio y yo aún no he conseguido salir de esta maldita habitación! Si al menos pudiera avisar a alguien para que la recogiera… pero el teléfono móvil está dentro de mi bolso; y el bolso está en la entrada y no hay forma de llegar hasta él. ¡Dios, tengo que centrarme! ¡He de encontrar una solución! Tal vez si... ¡sí, es posible!... Puede que en mi fuero interno sepa que la puerta correcta es la derecha pero… ¿ y si por algún motivo para el que yo no tengo explicación resulta que es la izquierda? ¿Es eso posible? ¿Tiene sentido? De acuerdo, no pierdo nada por averiguarlo…
La mujer se dirige hacia donde se encuentra el cuaderno tirado en el suelo y lo recoge. Con él en la mano vuelve a sentarse en la cama, busca la hoja en la que había escrito la palabra derecha hace unos instantes y escribe IZQUIERDA sobre ella. Después lo deja sobre la cama y se dirige a la puerta que se halla a su izquierda. La puerta que ella siempre ha pensado que comunicaba con su baño. Posa una mano sobre el pomo y lo gira lentamente, pero esta vez no va hacerlo con los ojos cerrados; no quiere perderse ningún detalle. Conforme va abriendo la puerta puede advertir como van apareciendo ante su vista los muebles de su habitación. ¡Joder! Cierra la puerta que ni siquiera había abierto del todo de un portazo y comienza a darle patadas con toda su furia. “¡Quiero salir de aquí!”, grita mientras golpea la puerta ahora con sus puños y comienza a llorar desesperada. “Quiero salir”, grita una y otra vez sin dejar de golpear la puerta.
Pasado un rato en el que la mujer ha perdido completamente el control y no ha cesado de desatar su frustración contra la puerta, se deja caer exhausta al suelo.
Minutos más tarde siente como algo le golpea en la espalda y se despierta. Está tumbada en el suelo de su habitación.
- Gloria, ¿estás ahí?
- ¿Mami?
Las voces de su marido y de su hija llegan hasta sus oídos. La mujer se da cuenta de que está tumbada en el suelo bloqueando la puerta de entrada a la habitación. Ha debido quedarse dormida. Se levanta rápidamente y padre e hija entran en la habitación. Su hija se abalanza sobre ella y le abraza fuertemente mientras su marido le pregunta.
- ¿Estás bien? ¿Qué haces aquí? Me han llamado al trabajo del colegio para que recogiera yo a Alba. Me han dicho que te han intentado localizar y no respondías al móvil. ¿Qué haces aquí dentro? ¿Te has quedado dormida? ¿Qué es lo que miras?
La mujer no contesta. Apenas oye lo que dice su marido. Tan solo observa por encima del hombro de éste lo que hay tras la puerta que él acaba de abrir. Ahí está el pasillo. El ansiado pasillo que no había forma de encontrar está ahí, a su alcance. Tan solo le separan unos metros de él. Al darse cuenta de ello, sus ojos comienzan a inundarse de lágrimas. Pero esta vez son lágrimas de alivio y felicidad. Y aún abrazada a su hija y sin poder siquiera pronunciar unas palabras para responder a las preguntas de su marido, pasa junto al hombre que ama para recorrer los pocos pasos que le separan de su objetivo. Lo único que desea en estos momentos es salir de la cárcel en la que se ha convertido su dormitorio, llegar hasta el pasillo y sentir que puede respirar de nuevo libertad.
Sin embargo, cuando va a posar la mano sobre la puerta y salir así de su habitación, la puerta se cierra de forma brusca ante sus ojos. Y ella, abatida, no puede hacer nada salvo dejarse caer de rodillas junto a la puerta cerrada de una habitación de la que ya nunca logrará salir.
Muchas gracias, Rosa. La sensación de agobio y angustia era lo que pretendía con el relato, así que... objetivo conseguido!!!
Dios mío!!! Qué desesperación!!!! Has conseguido agobiarme mucho Silvia!! Enhorabuena!! Has vuelto a sorprenderme 💋
Muchísimas gracias , Bea!!!! Encantada de que te haya gustado. Sólo por eso ya he merecido la pena escribirlo. ;-)
En serio...!!! Me estaba volviendo loca...!!! Que angustia😱😱😱 no quiero encontrarme en una situación así jamás....una pasada🤯😍😍😍😍 te has superado Silvia, enhorabuena🥰🥰🥰🥰🥰🥰