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  • Foto del escritorS.D.Esteban

Mi miedo más oscuro

Mi habitación está a oscuras.

No puedo dormir.

Siento escalofríos.

No me gusta la oscuridad.

Estoy nervioso. Puedo oír mis latidos y el sonido de mi respiración.

Me incorporo sobre la cama y no paro de mirar hacia los lados. Me siento intranquilo. Es como si algo estuviera acechándome aquí mismo; en la oscuridad. Como si algo estuviera esperándome; vigilándome. Controlando cada uno de mis movimientos.

Mi respiración se acelera. Intento contenerla para ver si oigo algún sonido.

Nada.

Sólo hay silencio y oscuridad.

La oscuridad me envuelve en la habitación. Se cierne sobre mi. Me rodea.

Yo me abrazo acurrucado en la esquina de mi cama mientras agarro con fuerza los costados de mi pijama.

Cada vez respiro más rápido. Puedo notar el calor de mi aliento sobre mis rodillas. Estoy jadeando.

Siento frío. Mi cuerpo no parar de temblar.

Tengo miedo.

Doy un respingo. Levanto la cabeza. Creo que he oído un ruido. No puedo ver nada pero parece que el sonido procede de fuera de la habitación.

¡Oh, Dios, estoy aterrado!

Quiero luz. Necesito luz.

Miro hacia la puerta. Hay algo de luz por debajo. Un hilo de luz amarilla que apenas penetra en la habitación.

Fijo la mirada en él. Y, en mi mente, vuelvo a ser un niño. Un niño con miedo a la oscuridad. Un niño en una habitación completamente a oscuras con ganas de gritar para que viniera su madre; pero que no podía hacerlo porque el miedo lo paralizaba. Las lágrimas recorrían mis mejillas mientras permanecía acurrucado en aquel rincón. Esperando. A oscuras. Porque había sido un niño malo y tenía que esperar a que mi madre viniera a sacame.

Otro ruido.

Mi mente vuelve al presente.

Hay unas sombras en el pasillo que interrumpen el hilo de luz amarillo debajo de mi puerta. Me quedo quieto. No respiro. Continúo con la mirada fija en las sombras que permanecen tras mi puerta. Espero a que se vayan. No quiero que entren aquí. No quiero que me hagan daño.

Espero.

Espero un poco más.

Las sombras se alejan y vuelvo a ver el haz de luz completo bajo mi puerta.

Suspiro aliviado. Se han ido.

Me tumbo sobre el colchón abrazado a mi cuerpo todavía tiritando y pienso en mi madre. En cuando se la llevaron.

No paraba de gritar; de decir que me quería; que lo sentía mucho. Que ella no quería hacerlo, pero que las voces le habían obligado. Gritaba y gritaba mientras aquellos hombres de blanco se la llevaban.

Recuerdo los libros de psicología que leí después Y las visitas al centro psiquiátrico durante los años posteriores. La recuerdo a ella. Sentada en la silla de ruedas con aquel camisón blanco y el pelo alborotado. Recuerdo su mirada vacía, y lo mucho que me dolía verla así.

Y mi miedo; recuerdo mi miedo.

El peor de todos.

El miedo a no ser consciente de la gravedad de mis actos, el miedo a que mi mente me traicionara, el miedo a perder la cordura...

El miedo a ser como ella; a volverme como ella.

Las lágrimas recorren mis mejillas. Intento apartarlas, pero no puedo. Intento llevar las manos hasta mis mejillas pero continúan pegadas a los costados de mi pijama a pesar de todos mis esfuerzos. Lo intento una y otra vez, una y otra vez; pero mis brazos continúan abrazados a mi cuerpo; no puedo separarlos. Lo intento con tanta fuerza que mi cuerpo golpea sin querer una de las paredes acolchadas de la habitación. Sólo entonces me doy cuenta. Y un aullido desgarrador sale de mi garganta:

- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Noooooooo!!!!!!!!!

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